Amigas y amigos. Hoy encontré un mensaje de la narradora
Ana Griot celebrando que su versión del cuento La Mujer Esqueleto ha sido
seleccionada como uno de los mejores libros del 2014. Me di a la tarea de
buscar el cuento y encontré esta versión de Clarissa Pinkola-Estés, la cual
creo que es un poco diferente a la de Ana Griot, ya que leí la síntesis de esta
última narradora en este link
(http://www.madrid.org/biblio_publicas/cgibin/abnetopac/O9210/ID1cb4790aACC=161).
Seguiré buscando la versión de ella.
Los Inuit,
generalmente conocidos como esquimales, son un pueblo indígena que habita las
zonas árticas de Groenlandia, Canadá, Rusia y Alaska. A los inuit no les gusta
ser llamados esquimales, ya que consideran que es un término peyorativo. Aunque
según la Conferencia Circumpolar Inuit, no se puede generalizar bajo un sólo
nombre a los indígenas Inuit y a los de Siberia y Alaska que son Yupik,
lingüísticamente y etnológicamente diferentes, ya que son una cultura en
peligro (como muchas otras en todo el mundo, porque no solamente estamos
perdiendo biodiversidad, sino también la riqueza que caracteriza la diferencia,
la riqueza cultural, lingüística y étnica), se organizan juntos en la
Conferencia Circumpolar Inuit para defender sus derechos.
En la ciberpágina en donde encontré este cuento, se anota
que a partir de un poema oral Inuit de cinco versos contado por Mary Uukalat,
Clarissa Pinkola-Estés lo transformó en un cuento literario llamado "La
Mujer Esqueleto”.
Entonces, aquí va, espero que les guste tanto como a mí.
La Mujer Esqueleto
Una joven mujer fue arrastrada por su padre a un acantilado y arrojada
al mar, por algo que había hecho y era reprobable (como Sedna). Allí abajo su
esqueleto, despojado de carne por los peces, daba vueltas y vueltas en medio de
las corrientes. Un día, un pescador que se había alejado mucho de la zona donde
habitualmente pescaba y no conocía aquel lugar, hundió su anzuelo en el agua y
pescó a la Mujer Esqueleto. El pescador pensó que había atrapado un pez muy
gordo, mientras luchaba con el enorme peso que colgaba del anzuelo. Cuanto más
él se esforzaba, más se enredaba la de abajo con el sedal, a pesar de que se
resistía a éste. Así el pescador, que se había dado la vuelta para recoger la
red, no vio como surgía la calva calavera de entre las olas. Cuando el joven se
dio la vuelta, todo el cuerpo de la mujer estaba colgando de un extremo del
kayak.
El hombre gritó del susto. La golpeaba con el remo para desengancharla y
remando como un desesperado huía de ella, pero como estaba enredada en el sedal
no la podía dejar. Mucho se esforzó en dejarla atrás zigzagueando con el kayak
hasta llegar a la orilla. Se bajó de su kayak con la caña de pescar y corrió,
pero vio que la Mujer Esqueleto le perseguía, todavía prendida al sedal. El
hombre corrió y corrió, pero ella lo segúia por todas partes, a pesar de los
obstáculos. finalmente el hombre llegó a su casa de hielo (un iglú) y avanzó
hacia el interior sollozando. Se acostó en la oscuridad mientras el corazón le
latía en el pecho, pensando que estaba a salvo...por fin.
Pero al encender su lámpara de aceite de ballena la vio acurrucada en un
rincón sobre el suelo de nieve de su casa, con un talón sobre el hombro y un
pie sobre el codo. Más tarde, sin saber cómo explicarlo, se sintió invadido por
una cierta compasión y hablándole con dulzura, la desenganchó de su sedal. Trabajó
en ella hasta bien entrada la noche y la cubrió con unas pieles para que
entrara en calor, acomodándole los huesos como debieran estar los de un ser
humano. Se alejó un poco y mientras untaba con aceite la valiosa madera de su
caña de pescar y enrollaba el sedal la veía. Ella no se atravía a decir ni una
sola palabra, temiendo que el pescador la arrojara de allí, y rompiera todos
sus huesos en pedazos.
El hombre sintió sueño y se deslizó debajo de su pieles. empezó a soñar
y una lágrima escapó de sus ojos, como si soñara algo triste o nostálgico. La
Mujer Esqueleto al ver el brillo de la lágrima bajo el resplandor del fuego
sintió, de repente, mucha sed. Se acercó al hombre dormido y acercó la boca a
la lágrima. La pequeña y solitaria lágrima fue como un río y ella bebió y bebió
hasta saciar su sed de muchos años. Después se tendió a lado del hombre e
introdujo su mano en el interior del pecho del hombre dormido y le sacó el
corazón, que palpitaba tan fuerte como un tambor. Ella se incorporó y empezó a
golpearlo por ambos lados y se puso a cantar. Y mientrás más cantaba más se
llenaba su cuerpo con carne. Pidió cantando cabello, buenos ojos y unas manos
rollizas. Pidió cantando la hendidura en la entrepierna y unos pechos grandes para
dar calor y envolver y todas las cosas que necesita una mujer. Y cuando
terminó, pidió cantando que desapareciera la ropa del hombre dormido y se
deslizó a su lado en la cama, piel contra piel. Devolvió el gran tambor al
cuerpo de su dueño y así ambos se despertaron, abrazados uno junto al otro,
enredados el uno en el otro, después de pasar la noche juntos, de una manera
buena y perdurable.
La gente que no recuerda la razón de su mala suerte dice que la mujer y
el pescador se fueron y, a partir de entonces, las criaturas que ella había
conocido durante su vida bajo el agua, se encargaron de proporcionarles siempre
el alimento. La gente dice que es verdad y que eso es todo lo que se sabe...
http://diosasyhadas.blogspot.mx/2007/07/un-cuento-inuit.html
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