Amigas y amigos, El Gran Dios Eric Clapton cumple hoy 30 de marzo 71 años de vida. Un chingón el tipo. Por estas razones, hoy publicamos el cuento de otro chingonazo, nada más que mexicano y escritor, José Agustín, titulado Clapton es Dios.
Va pues y que este día se la pasen escuchando a Dios.
"Me hallaba en el zócalo de Cuautla cuando de pronto se me acercó un hombre de unos sesenta años y facha de extranjero. Llevaba el pelo muy cortito, barba rala y canosa, y una enorme chamarra de piel a pesar de que la temperatura era de 32 grados. Hubiera jurado que era Eric Clapton, pero que era imposible que el gran guitarrista estuviera ahí y en ese momento.
-¿Me permites que me siente en esta banca?
-Sí, claro -dije, y me corrí al extremo, a pesar de que había espacio suficiente. Él sonrió.
-Ya se que que no tengo por qué pedirte permiso, las bancas son públicas, verdad?, pero yo entiendo a los que no quieren tener a nadie cerca. Dicen que el pobre ser humano, el del valle de lágrimas, a no ser que ejercite el acto amoroso, procura establecer una mínima distancia de cualquiera que esté cerca.
-Así es, pero aquí hay bastante lugar. No estas violando mi hipotético e intangible espacio personal. ¿Ya te han dicho que eres igualito a Eric Clapton?
-Yo soy Eric Clapton -dijo, un tanto desolado.
-Fijate.
-...Yo mismo me siento así. De hecho, en estos últimos días quisiera no ver a nadie, no saber nada de nada. Esto es muy dificil para mi, tu comprenderás, porque yo siempre estoy en todos, en todas partes y todos los tiempos.
-Ah, ¿te cae?
-Sí, en este mismo instante también estoy en Londres, fastidiado de la música, de todo y... Ahora estamos en el desierto del Gobi...
Efectivamente, para mi pasmo absoluto, de pronto nos hallamos en lo alto de una duna de un desierto, si decía que era el del Gobi yo no tenía porqué dudarlo, pues no se veía nada mas que arena.
-Cierra la boca -me dijo y comprendi que la tenía totalmente desencajada- Vamonos de aqui...
Y entonces de nuevo estabamos en el zócalo de Cuautla, pero mi sorpresa fue mayuscula cuando vi que en la banca contigua José María Morelos platicaba con Emiliano Zapata. Estaban tranquilos, immersos en la conversación, pero eso no podía ser, porque todo indicaba que nos hallábamos en el año 2000, ademas de que entre Morelos y Zapata mediaban cien años.
El hombre de la barba canosa me veía sonriendo.
-¿Ya estás entendiendo? Te voy a dar un último ejemplo.
Entonces desapareció Cuautla y ahora nos hallabamos en Jerusalén, en la ultima cena de Jesucristo, sólo que en vez de los doce apóstoles a la mesa vi a Leonardo Da Vinci, José Clemente Orozco, Diego Rivera, José Vasconcelos, Nezahualcoyotl, Federico Nietzche, Sor Juana Inés de la Cruz, John Lennon (con una camiseta que traía la cara de Beethoven), Carl Gustav Jung, Sigmund Freud, Albert Einstein y Carlos Marx. Cristo, por cierto, en el pecho de su túnica mostraba la imagen de la Virgen de Guadalupe.
-¿Qué tal, eh? -oi que me decía mi compañero
Me hallaba pasmado, pero alcanzé a ver que de nuevo estabamos en nuestra banca del zócalo de Cuautla.
-Si, yo soy Eric Clapton -me dijo-. Y ahora te voy a dar un regalito...
En ese momento hizo lo que me pareció el pase de un mago y de pronto ante mí, apareció un disco. Era blanco, pesaba y no se leía ningún título en la portada.
-A ver si te gusta. Es mi mas reciente obra -me dijo.
Y en ese momento se desvaneció en el aire nítido de la mañana.
-¿Me permites que me siente en esta banca?
-Sí, claro -dije, y me corrí al extremo, a pesar de que había espacio suficiente. Él sonrió.
-Ya se que que no tengo por qué pedirte permiso, las bancas son públicas, verdad?, pero yo entiendo a los que no quieren tener a nadie cerca. Dicen que el pobre ser humano, el del valle de lágrimas, a no ser que ejercite el acto amoroso, procura establecer una mínima distancia de cualquiera que esté cerca.
-Así es, pero aquí hay bastante lugar. No estas violando mi hipotético e intangible espacio personal. ¿Ya te han dicho que eres igualito a Eric Clapton?
-Yo soy Eric Clapton -dijo, un tanto desolado.
-Fijate.
-...Yo mismo me siento así. De hecho, en estos últimos días quisiera no ver a nadie, no saber nada de nada. Esto es muy dificil para mi, tu comprenderás, porque yo siempre estoy en todos, en todas partes y todos los tiempos.
-Ah, ¿te cae?
-Sí, en este mismo instante también estoy en Londres, fastidiado de la música, de todo y... Ahora estamos en el desierto del Gobi...
Efectivamente, para mi pasmo absoluto, de pronto nos hallamos en lo alto de una duna de un desierto, si decía que era el del Gobi yo no tenía porqué dudarlo, pues no se veía nada mas que arena.
-Cierra la boca -me dijo y comprendi que la tenía totalmente desencajada- Vamonos de aqui...
Y entonces de nuevo estabamos en el zócalo de Cuautla, pero mi sorpresa fue mayuscula cuando vi que en la banca contigua José María Morelos platicaba con Emiliano Zapata. Estaban tranquilos, immersos en la conversación, pero eso no podía ser, porque todo indicaba que nos hallábamos en el año 2000, ademas de que entre Morelos y Zapata mediaban cien años.
El hombre de la barba canosa me veía sonriendo.
-¿Ya estás entendiendo? Te voy a dar un último ejemplo.
Entonces desapareció Cuautla y ahora nos hallabamos en Jerusalén, en la ultima cena de Jesucristo, sólo que en vez de los doce apóstoles a la mesa vi a Leonardo Da Vinci, José Clemente Orozco, Diego Rivera, José Vasconcelos, Nezahualcoyotl, Federico Nietzche, Sor Juana Inés de la Cruz, John Lennon (con una camiseta que traía la cara de Beethoven), Carl Gustav Jung, Sigmund Freud, Albert Einstein y Carlos Marx. Cristo, por cierto, en el pecho de su túnica mostraba la imagen de la Virgen de Guadalupe.
-¿Qué tal, eh? -oi que me decía mi compañero
Me hallaba pasmado, pero alcanzé a ver que de nuevo estabamos en nuestra banca del zócalo de Cuautla.
-Si, yo soy Eric Clapton -me dijo-. Y ahora te voy a dar un regalito...
En ese momento hizo lo que me pareció el pase de un mago y de pronto ante mí, apareció un disco. Era blanco, pesaba y no se leía ningún título en la portada.
-A ver si te gusta. Es mi mas reciente obra -me dijo.
Y en ese momento se desvaneció en el aire nítido de la mañana.
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