Apenas amaneció, el niño Guy pidió agua.
Había pasado la noche con angustias y
sudores. Canek tomó la jarra de agua
serenada y se la dio.
Guy bebió con ansia casi dolorosa. Después
preguntó:
- ¿Por qué es tan buena el agua serenada,
Jacinto?
- Porque está llena de la luz de los luceros.
Y la luz de los luceros es dulce.
- ¿Es cierto, Jacinto, que los niños que se
mueren se convierten en pájaros?
- No sé, niño Guy.
- ¿Es cierto, Jacinto, que los niños que se
mueren se vuelven flores?
- No sé, niño Guy.
- ¿Es cierto, Jacinto, que los niños que se
mueren van al cielo?
- No sé, niño Guy.
- Entonces, Jacinto, ¿dime qué les pasa a los
niños que se mueren?
- Los niños que se mueren, niño Guy,
despiertan.
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