Amigas
y amigos, en esta ocasiòn les envìo la historia de la Batalla de
Zacatenco. Como podràn ver, es un trilogìa de Batallas de los
estudiantes del Politecnico en contra de los granaderos, grupos
paramilitares y el Ejercito Mexicano. El 21 de septiembre la Vocacional
7, el 22 Zacatenco y el 23 el Casco de Santo Tomàs. Se ve que los
chavos, chavas, porfesores y profesoras del IPN eran bravos, valientes y
cabrones. Va pues esta batalla de Zacatenco en el testimonio de
Fernando Hernández Zárate. La fuente es la misma de ayer, la revista
Nexos, en el mismo link. Sale, un abrazo para ustedes y mis respetos y
admiraciòn para aquellos que ese dìa se la rifaron y jugaron la vida e
inclusive la perdieron.
22 DE SEPTIEMBRE DE 1968
LA BATALLA DE ZACATENCO
A
mí me tocó la resistencia en Zacatenco. Para nosotros era
importantísimo cuidar los mimeógrafos, el papel que teníamos en las
escuelas superiores y en las escuelas vocacionales. El domingo 22 de
septiembre, organizamos la resistencia contra los granaderos para tener
la oportunidad de sacar todo ese material. Como Zacatenco es muy grande,
pedimos refuerzos del Casco de Santo Tomás. Fue entonces cuando me
dieron un balazo y me hicieron pedazos todo el cuerpo,por una traición.
Yo tenía un compañero que siempre andaba conmigo; incluso en mis viajes
de Zacatenco a CU los hacía en el asiento trasero de su motocicleta.El
desplazamiento era complicado y yo tenía la responsabilidad de mi
escuela,era el Secretario General de la Sociedad de Alumnos y en ese
momento del Comité de Lucha de la Escuela Superior de Economía. Cuando
terminó el enfrentamiento con los granaderos en Zacatenco, mi
acompañante me señaló que ya habían sacado todo y que era necesario
huir.
Entonces, me dice: “Aquí vive mi tía. Súbete a la
azotea y yo subo luego por ti”. Me subo y espero, me asomo por la
azotea y lo veo platicando con un comandante de granaderos, luego suben
como ocho ganaderos rompiendo cristales y van por mi y me agarran a
patadas, me dan golpes, me lesionan de la cara, todavía tengo la
cicatríz, me desvían el tabique, me lastiman la próstata, me dan un
balazo en la pierna. Bajo todo golpeado, voy botando sangre por la boca y
la nariz, por la pierna. La pierna no la sentía yo. Tenía una fractura
en la clavícula y dolores intensísimos. Cuando bajo me cachetea un
comandante de los granaderos (debe vivir) y me dice: “Comunistas hijos…
Dime, grítame lo que nos decías que somos”.
Me pega en la cara y yo
siento desfallecer. Entonces, me arrastran hasta una panel y
supuestamente me llevan preso; dentro de la panel iban tres señoras,
jóvenes también; yo vengo sangrando por todos los golpes que me habían
dado, los testículos me empezaron a crecer de una manera horrible y ya
no veía más con un ojo, este otro lo tenía muy dañado, una lesión que me
hicieron en la cabeza y yo sentía que me iba a desmayar.
Empiezo a
quejarme y las señoras gritan a los que iban conduciendo la panel “se
está muriendo”, se paran y me trepan a una ambulancia de la Cruz Verde y
de ahí me llevan al Hospital de Traumatología de La Villa. En el
hospital me esposan a la cama, me ponen suero, me meten una sonda y me
empiezan a revisar. Me dice un médico: “Oye muchacho, vienes muy mal
pero a ver qué hacemos”. En ese momento llega el médico legista de la
policía, me revisa y dice: “Me lo tengo que llevar”. El otro médico le
dice: “Tan pronto como termine y le saquemos unas placas pueden hacer
con él lo que quieran, pero en estos momentos está bajo mi
responsabilidad”. Sentí solidaridad de parte del cuerpo médico y de las
propias enfermeras que estaban ahí, muy pendientes. Me dice uno de los
médicos: “¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿Le podemos avisar a tu
familia?” Entonces, yo doy el teléfono de unos compañeros de la Escuela
de Medicina, porque ya teníamos preparado un equipo que ha había sacado a
otros compañeros de los hospitales donde caían heridos. Se formaba una
brigada, se uniformaban de médicos y como eran estudiantes de medicina
tenían acceso.
Fueron por mí a las nueve de la noche,
cuando se hacía el cambio de guardia y estaba por irme a recoger la
policía. Entonces llegan los compañeros de Medicina y me trepan a un
Renol sin asiento; en ese momento también le dicen a unos ambulantes que
saquen una ambulancia con la sirena abierta y llegan otros compañeros
del Politécnico con piedras. Las patrullas y motocicletas persiguen a la
ambulancia mientras me conducen a Tlatilco, porque nosotros habíamos
logrado el apoyo de la zona de Santa Julia, Atzcapotzalco,Tlatilco,
Santa María la Ribera, nuestros lugares comunes, donde vivíamos. Allíla
gente nos recibía en sus casas. Después, ya puder irme a un hospital en
las afueras de la ciudad.
De esas colonias salieron
durante el movimiento jóvenes lumpen que también tenían mucho contra la
policía y participaron en los Comités de Lucha con nosotros, trabajando,
repartiendo volantes. No eran estudiantes pero se sumaban a las
manifestaciones y cuando había represión ellos se fajaban con nosotros a
la hora de los enfrentamientos. Entonces sucedió algo que fue publicado
en los periódicos: hubo renuncias masivas de la policía preventiva y de
los granaderos. Al paso de los años he podido platicar con distintas
personas; algunos alumnos del Politécnico eran hijos de policías,
granaderos, o agentes. Con las renuncias vino un descontrol de los
cuerpos policiacos; por eso entró el ejército.
En esos
días, buena parte de la ciudad estaba paralizada.Las brigadas políticas
tenían una función tremenda para levantar a la población civil. Una vez
nos fuimos en una brigada al Teatro Blanquita. Esto había sido como el
18 de septiembre. Dos o tres compañeros agarraron a los dos policías
dela entrada y les dijeron: “No se muevan”. Entramos e hicimos un mitin
con el público, mucha gente de provincia. Estaba tocando Pérez Prado.
Nos quiso interrumpir el baterista y Pérez Prado hizo que se callara,
nos dio chance de hablar y una vez que terminamos él mismo se tiró un
rollo. Les dijo en su estilo que se trataba de una lucha de los jóvenes y
nos dedicó el mambo del Politécnico.
También
establecimos un contacto muy estrecho con el Movimiento Revolucionario
Ferrocarrilero, y hacíamos mítines en Pantaco. Los ferrocarrileros nos
dijeron un día: “Ustedes no saben luchar, muchachos. Les vamos a decir
de qué manera deben hacerlo” y nos regalaron tres peroles llenos de
tuercas de deshecho; nosotros, como éramos de provincia,sabíamos manejar
la honda. Las tuercas nos fueron muy útiles para defender el Casco y
Zacatenco.
Francisco
Hernández Zárate nació enOrizaba, Veracruz, donde su padre, obrero de
la Cervecería Moctezuma, sufrió cárcel por su actividad sindical.
Egresado de la Escuela Superior de Economía,desde hace varios años
trabaja como asesor de diversas organizaciones agrícolas afiliadas a la
Confederación Nacional Campesina.
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