Amigas y amigos. Hoy les envío una historia sucedida en 1968
durante el Movimiento Estudiantil de aquel año. Yo estaba re chavito pero mis
hermanos estaban metidazos en ese movimiento y Jesús (él estudiaba en la
Vocacional 3) estuvo en esa Batalla.
Recuerdo que mis padre y yo fuimos a buscarle a la Vocacional 7 y presenciamos
muchas cosas de las que estos relatos narran, como la participación de los
vecinos en la batalla de esa noche.
Recuerdo que aquella noche mi hermano llegó a casa con un
golpazo muy fuerte en la rodilla derecha porque una bomba de gas lacrimógeno le
pegó, y lo que más le impresionó a él, nos dijo, es que un compañero estudiante
recogió la bomba con la mano y de un lance la regresó hacia los granaderos
Como a diario, la lucha de la memoria en contra del olvido,
por eso hago este envío. Espero les guste. Un abrazo y que el espíritu de los jóvenes
, jóvenas, niñas y niños del 68 viva siempre en nosotros.
Los relatos son de Jaime García Reyes y Francisco Hernández
Zárate, y los encontrè en la revista Nexos, este es el link, les recomiendo la
lectura completa.
LA BATALLA
DE LA
VOCACIONAL 7.
21 DE SEPTIEMBRE DE 1968.
Jaime García Reyes: Cuando el bazucazo y la toma de la Prepa
Uno, nosotros estábamos en la Vocacional Siete. Sabíamos que habían tomado la Vocacional
Cinco y que venía un camión del ejército. Se discutió mucho si ofreceríamos
resistencia al ejército, incluso nos intentamos parapetar, amarramos cadenas,
pusimos mesabancos y varios compañeros estaban dispuestos a quedarse ahí
agarrados de la mano para impedir que el ejército tomara la escuela. Sin
embargo, al oír las noticias de lo que está sucediendo, y en el momento en el
cual vimos llegar las tanquetas, decidimos correr. Salió mucha gente de
Tlatelolco a gritarle al ejército; probablemente se dispararon algunas balas.
Muchos se fueron a refugiar en la Unidad Habitacional. Ahí
empezó a gestarse una cierta identidad entre los estudiantes y los habitantes
de Tlatelolco. En esa época yo vivía ahí, en Tlatelolco, y muchos compañeros de
la Vocacional Siete se refugiaron en el departamento que tenía con mis
hermanos. Sin embargo, nosotros teníamos temores y nos fuimos; pasamos toda la
noche vagando por Buenavista y a la mañana nos encontramos con que ya habían
sido tomadas todas las escuelas y que en la Vocacional Siete habían detenido a
mi hermana Oralia. En el Poli había pocas mujeres, y su detención causó
malestar. Estuvo detenida unos tres días. A una asamblea nuestra asistieron los
del Comité Ejecutivo de la FNET y prometieron conseguir la libertad de Oralia.
Los estudiantes se enardecieron y le hicieron una valla a Rosario Cebreros y
otras gentes desde el auditorio hasta la calle, los sacaron a patadas, los
escupían, los golpeaban. El primer acto violento en contra de los dirigentes de
la FNET se dio ahí precisamente. De nada sirvieron sus porros y golpeadores. Se
les dio una tranquiza realmente vergonzosa para cualquier gente. El retrato de
Oralia salió en El Sol de México del mediodía, y posteriormente en Siempre!, en
una columna de Renato Leduc quien la presenta como una niña detenida, víctima
de una monstruosidad: una chiquilla que apenas debe de tener catorce años,
agredida por la policía.
Se iba creando un clima de violencia muy agudo. Así, al
llegar al sábado 21 de septiembre supimos que otra vez venían los granaderos.
Nos preparamos desde la mañana para enfrentarlos. Considerábamos que la
represión no tenía posibilidades si era a través del enfrentamiento. Ese sábado
nos dedicamos a preparar un enfrentamiento con los granaderos, a provocarlos
para que se acercaran. En la Vocacional Siete confeccionamos bombas Molotov y
las fuimos subiendo a los techos de Tlatelolco. Un espectáculo padrísimo fue
ver a los niños de Tlatelolco, con cucharas, escarbando y sacando piedras,
porque Tlatelolco estaba empedrado, y subían enormes cantidades de piedras a
los edificios. Quemamos trolebuses, quemamos patrullas, quemamos un jeep de
Tránsito, interrumpimos el tráfico por San Juan de Letrán; eso fue durante todo
el día, mientras los granaderos en ese momento estaban muy ocupados enfrentando
a los estudiantes de Zacatenco. Concurrieron a Tlatelolco estudiantes de
prácticamente todas las escuelas. Decíamos: “en Zacatenco nos están golpeando,
vamos a provocar situaciones para que vengan por nosotros que sí estamos
preparados para enfrentarlos”. Como no venían nos fuimos al paseo de la
Reforma, en el cruce de Insurgentes; rompimos los semáforos para interrumpir el
tráfico. Cerca de las cinco de la tarde pensábamos ya que no iban a llegar y
los de otras escuelas se empezaron a retirar, pero como a las seis y media
llegaron los granaderos y se inició ahí una de las batallas más terribles que
hayamos tenido contra ellos, y con un saldo positivo para nosotros. Los
granaderos concentraron su ataque sobre la Vocacional Siete, cuando nosotros ya
habíamos salido a los alrededores o a los edificios. En la Vocacional se habían
quedado aproximadamente dos personas, pero esa noche los granaderos no entraron
a la Vocacional, porque nos habíamos parapetado en los edificios y cuando
llegaron los atacamos por todos lados. La gente de Tlatelolco descubrió que los
boilers automáticos, que en aquella época eran una novedad, permitían tener
agua muy caliente. Cuando se acercaban los granaderos, les echaban baldes de
agua caliente. Nosotros utilizábamos las piedras y las bombas Molotov, y
mientras ellos agotaban sus gases lacrimógenos contra la Vocacional, algunos
muchachos les tiraban piedras con hondas. Los granaderos contestaron también
con piedras. Los teníamos acorralados.
La lucha se extendió hacia Peralvillo, la Exhipódromo y
Tepito. En Exhipódromo de Peralvillo les aventaban llantas encendidas. La
lucha, más o menos con ese grado de intensidad, se mantuvo de las siete a las
doce de la noche. Algunos compañeros de la Vocacional, un poco más aventados,
se metieron entre las ruinas de Tlatelolco, y arrojaron bombas Molotov al
edificio de Relaciones Exteriores, que se empezó a incendiar. Había granaderos
por ahí y agentes de tránsito que dejaron sus patrullas para apagar el fuego.
Entonces nuestros compañeros les dieron la vuelta y mientras ellos apagaban les
quemaron las patrullas, tres motocicletas y un jeep. Por ahí había un
supermercado y no se quien lo quemó, la gente salió a apagarlo. Los granaderos
se vieron imposibilitados totalmente y se suscitó un incidente grave. Un
militar que andaba de civil, de apellido Urquiza, intentó llegar a su ‘casa en
Tlatelolco, y vio que unos granaderos golpeaban a su madre. El tipo sacó su pistola
y mató a dos granaderos.
A las doce de la noche no había un sólo detenido, los
granaderos habían agotado sus provisiones de armas, habían muerto dos de ellos,
y se pusieron a disparar, a mí me consta. Vi granaderos disparando con pistola.
Cuando ya estaban totalmente derrotados, llegó el ejército, y nosotros, como si
no hubiera pasado nada, nos bajamos a dialogar con un general que encabezaba el
batallón ese.
En ese momento, la prensa niega todo lo
que está sucediendo. Resalta la muerte de los granaderos en manos del militar
pero minimiza la situación de Tlatelolco. Leyendo los periódicos uno piensa que
nada sucedió. Ese día no tomaron la Vocacional Siete. Al día siguiente,
domingo, la Vocacional está impenetrable por la cantidad de gases lacrimógenos
que hay impregnados. Se hace una especie de caminito para que la gente entre a
verla, como si fuera un monumento o una visita guiada. Los habitantes de
Tlatelolco bajan a la iglesia, salen de misa y entran a la Vocacional, la
recorren, ven la enorme cantidad de balazos por todas partes. A la entrada, les
repartimos a los visitantes una gasa con vinagre para que puedan recorrer la Vocacional
y nuestras finanzas crecen de una manera extraordinaria; así como van y
depositan su limosna en la iglesia, aquí a la entrada ponemos un tambo grande y
la gente que entra con su vinagre a recorrer la Vocacional echa dinero. Ese
domingo, una enorme cantidad de gente de Tlatelolco visita y reconoce la
Vocacional, sube a todos los pisos, ve los laboratorios y descubre lo que han
hecho los granaderos.
Hernández Zárate: En Tlatelolco había dos escuelas
pertenecientes al Poli: la Prevocacional Cuatro y la Vocacional Siete. Era
notable ver a los niños y jovencitos de la Prevocacional Cuatro, de catorce o
quince años, de una agresividad pasmosa.
Jaime Reyes García: Había otra secundaria enfrente, la 83, no
politécnica; más adelante otra más. Todos esos chavitos de secundaria,
aprovechando el sábado (en aquellas épocas iban los sábados a la escuela pero
salían temprano), se integraron para pertrecharse contra los granaderos. Muchos
eran habitantes de Tlatelolco. Teníamos las azoteas de los edificios llenas de
chavos con piedras gordas, porque esa era la forma en que se empedraba la
unidad, pura piedra gorda que era buenísima para aventar.
Jaime García
Reyes, hijo de una maestra normalista que participó en el Movimiento
Revolucionario del Magisterio, militó desde muy joven con los comunistas de la
Liga Espartaco, estudió en la Escuela Superior de Economía y actualmente da
clases en el IPN y el CCH Sur.
Francisco Hernández Zárate nació en Orizaba, Veracruz, donde
su padre, obrero de la Cervecería Moctezuma, sufrió cárcel por su actividad
sindical. Egresado de la Escuela Superior de Economía, desde hace varios años
trabaja como asesor de diversas organizaciones agrícolas afiliadas a la
Confederación Nacional Campesina.
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