Amigas
y amigos, les envío la tercera historia de la resistencia politécnica a los
grupos policíacos, paramilitares y militares en 1968. Espero que les conmuevan.
Son tres testimonios de estudiantes politécnicos que participaron activamente
en ese movimiento estudiantil. Un abrazo
LA BATALLA DEL CASCO DE SANTO TOMÁS,
23 DE SEPTIEMBRE DE 1968.
Para el 23 de septiembre, las escuelas se
habían transformado para muchos de nosotros en nuestras casas, sobre todo los
que veníamos de provincia. Comíamos, dormíamos. Todo giraba en torno a las
escuelas. Llegaban estudiantes a las cafeterías, convertidas en comedores; no
sólo los de guardia, todos, y el lumpen y gente que llegaba. Además, nos
llegaban provisiones de todos lados. Siempre teníamos comida abundante.
Días antes ya nos tenían muy hostigados.
Desde fines de agosto. Un día llegaron esos paramilitares y un compañero, el
Chivo Arrod, se les enfrentó, y un paramilitar le sacó la pistola y estaba a
punto de dispararle cuando una señora, de unos sesenta años o más y toda
tembeleque, que tenía una lonchería, sacó un cuchillo, se lo puso en la frente
al tipo: “Usted que lo mata y yo que lo atravieso”.
La situación de violencia era generalizada
y no éramos nosotros quienes la habíamos desatado.
La batalla del 23 de septiembre se inició
prácticamente entre las seis y las siete de la tarde. Una cantidad considerable
de compañeros salieron asustados de lo que estaba sucediendo; la policía ya no
estaba jugando sino venía armada y los enfrentamientos eran bastante serios,
particularmente en la Escuela de Economía. Yo no lo vi, pero hubo compañeros
que dijeron que ahí había algún rifle 22, aparte de las bazucas esas y piedras.
Recuerdo el espectáculo tan impresionante
que había en la Escuela de Medicina, donde había compañeros heridos en la
plancha de operaciones y disección, y ahí se quedaban. Llegaban compañeros
heridos, muy graves, porque la herida que ocasiona un rifle Máuser es
verdaderamente espectacular. Uno de los lugares que tomaron primero fue precisamente
Medicina. Lo tomó la policía montada. El Casco finalmente lo tomó el ejército.
Cuando la resistencia del Casco de Santo
Tomás, con los antecedentes de Zacatenco y Tlatelolco, nuestra actitud frente a
los granaderos había cambiado mucho En vez de sentirnos siempre reprimidos,
avanzábamos, los enfrentábamos cada vez más. Si en Tlatelolco nos habíamos
preparado para enfrentarlos, los habíamos provocado, cuando se da la defensa
del Casco de Santo Tomás ya los estábamos esperando. Para entonces ya habíamos
recibido muchas experiencias de resistencia de los compañeros ferrocarrileros,
la gente de Tepito y Peralvillo.
En el Casco luchamos primero contra los
granaderos, y luego con la policía montada. Mientras que los granaderos
generalmente utilizaban gases lacrimógenos y pistolas 38 cuando mucho, la
policía montada usaba mosquetones y Máuser, con características muy similares a
las del ejército.
Participaron prácticamente todas las
escuelas, incluyendo la ESCA, la Escuela Superior de Economía, Ciencias
Biológicas, Medicina, Enfermería, que ya se había integrado totalmente al
movimiento, Voca Tres, Voca Seis “Wilfrido Massieu”; ya para entonces habíamos
tomado la FNET y por lo tanto el Casco lo teníamos todo.
Habíamos perfeccionado nuestro arsenal.
Hicimos unas bazucas con cohetones (cohetes de arranque), que se prenden y
salen conducidos con un tubo de agua de tres cuartos; esos nos daban
posibilidad de apuntar.
Es necesario destacar lo patético que es
ese proceso, no se cómo describirlo. Había compañeros que se enfrentaban, pero
otros salían despavoridos. Empiezan a cundir la desesperación, el pánico, la
impotencia. Y luego empiezan a llegar noticias de compañeros que han muerto, de
tal forma que se genera una situación verdaderamente dramática.
Esa fue la experiencia más dramática de mi
vida. Fue la primera vez que sentí miedo a la muerte. Ahí eran nuestras casas.
No había a dónde ir.
Para el 2 de Octubre yo ya experimentaba
una verdadera sicosis. Palabra que en el Casco de Santo Tomás yo sí vi la
muerte. Me entró pánico. Caminaba por muchos lados y sentía que la muerte
estaba muy cerquita, que muchos compañeros habían tronado ahí, o por lo menos
esa idea tenía yo. Posteriormente nos fuimos rencontrando muchos pero la imagen
que nos deja el Casco de Santo Tomás es de que debieron haber muerto muchas
gentes. No fue así. Sí hubo muertos, pero pocos en relación a la violencia.
Jaime
García Reyes
En esas épocas hasta engordábamos.
Llegábamos en brigada a un mercado a botear, nos daban canastas de víveres. Pero,
no podemos decir que nos enfrentábamos porque sí. Nos asediaban. Por las noches
era común que paramilitares o policías entraran a las escuelas para asaltar con
medias en la cara, fundamentalmente las escuelas prevocacionales.
De pronto hay cortos circuitos y se va la
luz en esa zona. La policía hizo chocar los cables de alta tensión y se
rompieron los alimentadores. Las escuelas se inundaron porque la balacera tronó
los tinacos y había muchísima agua.
Entonces, los muchachos hicieron una
defensa en condiciones muy difíciles. Pero cuando entra el ejército, hasta los
heridos habían sido sacados por las partes traseras. O sea, no hacen muchos
prisioneros.
En la toma de cualquier plaza, alguien con
un altavoz dice: “ríndanse” o cualquier cosa. Pero en Santo Tomás no hay
intento de negociación; el ejército, las fuerzas paramilitares y la policía actúan
para el desalojo. No permitieron una rendición. Se trataba de matar, destruir.
La resistencia era de vida o muerte. ¿Cómo decir “bueno, ahí muere señores. Nos
rendimos. Tomen la plaza”.
Fernando
Hernández Zárate
La
secuencia es: Primero, granaderos; intentan acercarse y son rechazados
completamente, una de las cosas que causa mucho impacto en ellos son las bazucas.
Posteriormente llega la policía montada y por último el ejército. Los que
estábamos en Zacatenco, al tener conocimiento de este enfrentamiento, vamos al
Casco y lo encontramos rodeado por el ejército. A eso de las diez u once de la
noche es un zangaloteo de balazos y estallidos.
Cuando
por fin entran el ejército y la montada, no agarran a nadie; encuentran
compañeros muertos en la Escuela de Medicina pero nada más.
Es el
punto que me parece más significativo, la defensa de nuestra institución,
nuestra casa, el lugar donde vamos a realizar la posibilidad de nuestra
superación. Es todo. Es muy diferente a la actitud del universitario, no por
menospreciar. Se ve en la Voca Cinco, la Voca Siete, Zacatenco. Cuando sale el
ejército nos volvemos a posesionar de los planteles para cuidar nuestras
bancas, los laboratorios, la maquinaria, la biblioteca. En nuestra escuela no
se perdió un solo libro, no se destruyó absolutamente ningún equipo de
laboratorio ni de maquinaria; teníamos máquinas costosas.
Esta
resistencia también se dio en las Prepas Uno, Dos, Tres, Cinco, Nueve, pero
donde tuvo más significado y heroismo fue en el Politécnico. Nunca hubo la idea
de rendirnos. Frente a la fuerza, nunca se nos ocurrió decir: “Vamos a
rendirnos”, sino “Vamos adelante, vamos adelante”. Esto se mantuvo incluso
después del 2 de Octubre.
David
Vega
Jaime García Reyes, hijo de una
maestra normalista que participó en el Movimiento Revolucionario del
Magisterio, militó desde muy joven con los comunistas de la Liga Espartaco,
estudió en la Escuela Superior de Economía y actualmente da clases en el IPN y
el CCH Sur.
Francisco Hernández Zárate nació en
Orizaba, Veracruz, donde su padre, obrero de la Cervecería Moctezuma, sufrió
cárcel por su actividad sindical. Egresado de la Escuela Superior de Economía,
desde hace varios años trabaja como asesor de diversas organizaciones agrícolas
afiliadas a la Confederación Nacional Campesina.
David Vega, hijo de un maestro
normalista que participó en el movimiento henriquista, estudió en la Escuela
Superior de Ingeniería Textil, trabajó muchos años en la industria textil y
ahora dirige una escuela técnica en el estado de Puebla.
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