Amigas y
amigos. En este 10 de mayo, como miles de personas, recuerdo a mi señora madre.
Y quiero anotar una breve historia que le he dedicado desde hace años.
Hace 31 años que ella partió hacia la vida eterna, allá seguramente me
espera, mientras tanto, acá le escribo esto. Ojala y les guste. Un abrazo y una
felicitación a mis amigas que son madres, y a mis amigos que son padres y
madres al mismo tiempo.
LA NIÑA
LECIA.
En un lugar cercano a
la ciudad de México, ahí en donde existió el gran señorío de Texcoco, desde
mucho antes de que llegaran los hombres barbados, existe un pueblito
llamado Papalotla, que en lengua antigua significa "Lugar de las Mariposas".
Ahí las mariposas
pasean por todas las calles. Las mariposas juegan en el parque del zócalo, en
las milpas, en los patios de las casas, en las largas orillas del río.
Ahí, en Papalotla,
vivió hace unos años una niña llamada Celia a quien le gustaba ir al centro y
jugar en el kiosco con las mariposas. Con ellas corría, les hablaba, les
cantaba y jugaba.
Celia tenia una mamá
llamada Petra, la cual era una mujer muy feliz, sencilla y trabajadora;
también tenia un papá llamado Indalecio,seguramente por esto, a Celia se
le conocía como "Lecia", "La niña Lecia". Era un juego
cariñoso de palabras; Indalecio, Lecia, Celia.
Indalecio
era un señor que todos los días, antes del amanecer, se iba a trabajar al
campo, porque él era un peón, un campesino que trabajaba sembrando maíz y otras
cosas, por un salario muy pequeño. Y todos los días, cuando llegaba la
hora del almuerzo, Lecia y Petra le iban a dejar la comida a
Indalecio.
Lecia iba por el
camino corre y corre, juegue y juegue, ríe que ríe, mojándose los pies con el
agua del río,platicando con las mariposas, y sintiendo en el rostro la frescura
del viento y el calor del sol.
Cuando por fin llegaban con Indalecio, sacaban la comida. Todo era un
manjar; llevaban tortillas calientes, frijoles,arroz, verduras, pollos y
muchas frutas. Los tres comían juntos, contentos,
Indalecio era un
hombre al que mucho le gustaba ir a las ferias y apostar en la
pelea de gallos; un día llegó la gran feria del pueblo de Tepeclaoxto,sus
grandes juegos mecánicos, sus carreras de caballos, sus peleas de gallos,sus
focos que por las noches alumbraban, su música con la banda del pueblo, y sus
juegos artificiales, sus castillos y "El Torito".
Y ahí estaban los
tres. E Indalecio apostó ¿y que creen? ... ¡perdió!, pero perdió y no
quiso pagar y los que ganaron dijeron "¿Cómo que no pagas?" y
entonces lo empezaron a corretear. E Indalecio que empieza a correr, y Lecia y
Petra que lo empiezan a seguir, y que se meten para el cerro de
Tepeclaoxto para cruzar hacia Papalotla, Indalecio le decía a Lecia y a
Petrita:¡corre, escóndete por allá! y la agarraba a la niña de la manita y la
jalaba para acá y para allá, y los hombres con machete en mano les gritaban y
les perseguían y aquellos corrían y total... ¡que se escaparon!.
Pero Indalecio no
solamente era jugador. No solamente era peón de campo.El condenado
también era bien mujeriego y enamorado. Y un día Indalecio llego con
Lecia y Petra y les dijo "Me voy de la casa". Lecia se puso
triste, triste, se quedó calladita,solamente mirando a su padre, y empezó a
llorar, pero era una forma muy especial de llorar, porque sus lágrimas no
salían de sus ojitos, sino que lloraba para adentro, y sus lagrimas iban
directamente para su alma, ella estaba destruida.
Petra aunque no hacia
notar su tristeza también se sentía mal. Pero siempre mostró fortaleza.
Pasaron los días, los meses y en una ocasión, La madre le dijo a la hija,
"Lecia nos vamos del pueblo, nos vamos a vivir a la gran ciudad"
Lecia obedeció, y antes
de irse,salió al patio de su casa, ahí se despidió de sus mariposas y agarró un
puñito de semillas, y se lo guardo en la bolsita de su vestido. Miró al cielo,
con sus ojos acaricio las blancas nubes y el viento le beso en las mejillas.
Cuando llegó a la
ciudad se quedó sorprendida al ver tantos edificios,tantos automóviles y
tantas y tantas cosas distintas.
Aquí en la
ciudad creció, paso su niñez y su juventud. Aquí ella conoció a un hombre
llamado José María, que le decían "El Gasolina", "El
Chema", "El Zorro", en fin.
EL Gasolina era
mecánico, chofer de camiones y trailers, le gustaba el alpinismo, corría
maratones, era músico y pintor, era pues, artista, y además era comunista.
Ellos fueron novios,
y un día, Chema le dijo a Lecia "Vamos a vivir juntos, vamos a
casarnos". Lecia le dijo "Si, pero con una condición" y fue
entonces cuando ella sacó aquellas semillitas que por tanto tiempo había
guardado en su bolsita, y se las mostró, ahí, en su mano femenina. "Vamos
a sembrarlas juntos", ella le dijo.
Él sin pensarlo
le dijo que si y juntos las fueron a sembrar en una maceta que estaba en
el patio de la vieja vecindad en que vivían en la Calle de Canal del Norte.
Pasaron los años y
Chema tuvo que partir a una mejor vida. Lecia siguió viviendo con sus hijos y
muchos años después, ella enfermó. Un día, cuando ella estaba muy
enfermita, decidió salir a pasear por el jardín de su alma.
Y cuando dio sus
primeros pasos por el verde suelo, allí se encontró a Chema, y
entonces se abrazaron y se besaron como se besan dos grandes enamorados,
se tomaron de la mano, y juntos fueron a ver aquellas semillitas
que habían sembrado, y ya para ese entonces no eran semillitas, si no que
era todo una milpa, que estaba llena de sociólogos,
ingenieros,arquitectos, bailarinas, contadores, estudiantes, trabajadores y
trabajadoras,bueno, ... hasta un cuenta cuentos había.
Eso era lo que habían
creado juntos.
En eso estaban,
mirando su milpa,sonriendo a la vida, a sus noblezas y querencias, cuando
de pronto Lecia volteó la mirada y apareció ante ella su mamá, sí,
ahí estaba Petrita, y entonces Lecia corrió y la abrazó y la besó, y en eso
estaban cuando la niña Lecia voltea hacia atrás y ve al güero Indalecio ahí
parado, con los brazos abiertos y sonriéndole. Y entonces Lecia otra vez corre
y corre y abraza a su padre y le dice "Papá, cuantos años esperándote,
cuanto tiempo sin vernos", y el padre la besa y le dice "Ahora ya
nada nos separará hijita, ahora viviremos una eternidad juntos, tu, yo, tu
madre y tu Chema".
Y los cuatro,
todos juntos se fueron caminando hacia el sol, atravesaron las aguas del
río, jugaron y se bañaron en él, alcanzaron las nubes y besaron el cielo azul.
Y dicen los que
saben, que poco a poco, los cuatro se fueron convirtiendo en mariposas.
Todavía, a
veces por las madrugadas, a veces por las tardes, Lecia viene a verme, me
toma de la mano, me canta canciones,me cuenta cuentos, y me lleva a caminar por
las orillas del río, por donde vamos platicando de la vida.
Cuauhtemoc Rivera Godínez
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