La
Marcha de las Calaveras; la Psicomagia para la Paz.
Cuauhtémoc Rivera Godínez
Son
las 10.45 de la mañana del domingo 27 de noviembre, una multitud de jóvenes,
jóvenas, niños, hombre y mujeres caminamos por avenida Insurgentes Sur en la Ciudad de México.
A la
altura del cruce de esta avenida con la calle de Luz Saviñón veo a un hombre
vestido de blanco que va de la mano de su pequeña hija, quien a su vez, toma
con su otra mano a su mamá. Los tres van de blanco y con su rostro maquillado
de calavera. Los tres calzan huaraches y van en silencio dialogando entre
ellas.
El
hombre lleva un morral en su hombro izquierdo y constantemente mete su mano en
el interior de este y extrae semillas que va esparciendo suavemente, como si
fuera en cámara lenta. Me acerco a él y le pregunto con respeto ¿Por qué
esparces arroz?, y él me responde
“No
es arroz, es amaranto, y con él en México hacemos un dulce que se llama
“Alegría” y vamos esparciendo amaranto por las calles porque queremos que
regrese la alegría a nuestra ciudad, es un acto espiritual, mágico”
Un
chavo se acerca y le inquiere ¿Puedo tomar un poco y esparcirlo?. Sí, claro,
le contesta la calavera de blanco. El chavo mete la mano, saca un poco de
amaranto y lo esparce con amor. El hombre del morral le dice; “Métele mucha
imaginación, mucho amor”. Todos nos miramos y sonreímos. Es la caminata de la Psicomagía para la paz.
A las
nueve horas iniciaron la caminata las y los primeros, arrancando del estadio de
la Ciudad Universitaria.
La mañana es sumamente fría y nublada. A las 10 de la mañana Cuate, María,
Mariana, Ricardo y yo nos incorporamos en Insurgentes y Barranca del Muerto. La
invitación a este evento la hizo Alejandro Jodorowsky días antes con la
finalidad de realizar un acto de Psicomagía por la paz, para ayudar a
parar esta guerra en contra de la sociedad mexicana, para ayudar a que los más
de 50 mil muertos y 10 mil desaparecidos en actos de violencia criminal
encuentren la luz de la tranquilidad y su energía no esté penando en este
mundo, y para que nuestra comunión en este acto de Psicomagia nos ayude a parar
esta guerra que tanto sufrimiento y dolor está causando.
En el
trayecto muchos gritaron consignas contra la guerra, contra la política de
Felipe Calderón, muchos palmeaban sus manos siguiendo el ritmo del pandero que
durante horas acompañó nuestro paso, muchos hablaban en voz baja y otros
dialogaban en silencio.
En
este trayecto me encontré con un joven de nombre David. Él me platicó de la Psicomagia y de su
abuela. Ella es de Chile, llegó a México cuando el golpe militar de Pinochet y
su abuelo le dijo un día “Tienes que conocer a Jodorowsky, es un gran
maestro, échale un ojo”, y entonces ella fue a verlo y tomó clases con
Alejandro. “Ahora mi abuela me dijo “Tienes que conocer a Jodorowsky, échale
un ojo”, y aquí estoy” me dice el chavo muy emocionado y con su rostro
maquillado de blanco con grandes ojeras negras.
¿Y
Jodorowsky por qué no está en esta caminata? Le pregunto y él me dice “Nos
encontrará en el Palacio de Bellas Artes, y de ahí nos iremos a la Plaza de Garibaldi”.
A las
12.15 horas llega la caminata a Bellas Artes, durante una hora y veinte minutos
esperamos al psicomago. Mientras, la gente canta, realiza performance, platica,
sonríe. Las consignas de “Psicomagía para la paz” se repiten una y otra
vez. La ligera llovizna no los espanta.
El
maestro Jodorowsky llega acompañado de su famita y todos con mascaras de
calaveras. Muchos aplausos, empujones, y todo lo que implica que llegue el que
convoca al evento. Alejandro sube a la barda de la fuente que está en a
explanada, usa un megáfono que no tiene resonancia para escuchar su voz. La
mayoría no escuchamos claramente, pero intuimos las palabras. Yo alcanzó a
escuchar que vamos a la Plaza
de Garibaldi y que ahí todos cantaremos La Llorona “porque esa es la canción con
que la madre llora a nuestros muertos”, nos dice el chileno – mexicano de
cabellera plateada.
Entonces
todos nos vamos a formar la columna en el Eje Central. Son las 13.45 horas,
como siempre, los que portan las cámaras fotográficas no permiten el avance de
la marcha.
Caminamos
las pocas cuadras que nos separan en quince minutos. Cuando empezamos a entrar
en la plaza, un joven moreno, de estatura baja, ropa beige y sucia,
visiblemente drogado por la famosa “mona”, musita “Qué está pasando, qué
pasa, no entiendo nada”, lo que genera las sonrisas de las calaveras.
Ya en
la Plaza de
Garibaldi, la indicación es tomar asiento en el suelo, lo cual es sumamente
difícil. El suelo está sumamente sucio, al grado de que la suela de los zapatos
se pega en él. Total que muchos se ponen en cuclillas, otros se hincan en un
papelito y otras y otros de plano se sientan en el suelo. Algunos se rehúsan a
sentarse y es cuando aparecen los exhortas “Sientate”, “Sentado”. Pero
un hombre es necio y queda de pie. Entonces el gordo Godínez le grita “Esa
calavera gorda, siéntate”. El desobediente voltea el rostro mostrando su
enojo por los ojos, lo cual provoca la carcajada del público, y una segunda voz
le responde “Te queremos”, y todos sonríen.
Alejandro
invita a todos a que entonemos La Llorona. Una mujer empieza a entonarla a
capela, el susurro del canto va creciendo poco a poco, es como un pequeño
himno, una oración melódica que sale del corazón de los asistentes. Se va
formando una atmósfera de amistad, de fraternidad, de consuelo. Son minutos de
emoción, de intenso amor.
Cuando
la mujer termina de cantar, al otro extremo aparece un grupo de mariachis
tocando la misma canción de La
Llorona. Es uno de los momentos de clímax. Los cientos y
miles de calaveras cantan nuevamente ahora con más bríos, la oración rítmica se
ha convertido en un grito de dolor, de alegría, de una mezcla difícil de
explicar. Luego sigue la canción Caballo Prieto Azabache, y cuando
termina, el psicomago toma la palabra. Para la mayoría su voz es inaudible,
pero nuevamente el corazón hace que intuyamos sus palabras.
“Este
acto de Psicomagia implica necesariamente que el centro no sea una persona, no
lo sea yo, sino todos los que estamos en este lugar. Hemos venido a esta Plaza
de Garibaldi porque este es un lugar de alegría. No fuimos al Zócalo porque ahí
es un lugar de concentraciones políticas, y este es un lugar de alegría, de
amigos, de familias. Estamos aquí para recordar a los 50 mil muertos en esta
guerra, para hacer un acto por la paz. Ahora les pido que todos nos tomemos de
las manos y pidamos al mismo tiempo “Paz, Paz, Paz” nos dice Alejandro.
Y
entonces todas las calaveras nos tomamos de las manos. Todos en un mismo
momento orando – gritando – pidiendo por esta paz que ha destruido la acción
calderonista. Pazpazpazpazpazpaz, segundos, minutos
interminables.
Cuando
concluyó esta acción, Jodorowsky exhortó “Ahora todos a reírnos”. Y
todos a reír. El maestro se quitó la mascara y la aventó al público.
“Este
es un punto de reinicio de un nuevo momento en la vida de México, este acto de
psicomagia así lo marca”, concluyó Jodorowsky.
A las 14.30 horas termina el evento.
Muchos se quedan en la plaza, platicando, cantando, sonriendo. Otros nos vamos
al Mercado de San Camilito a comer pozole.
A mis
amigas y amigos les recomiendo la lectura de Psicomagia, de Alejandro
Jodorowsky, de editorial Siruela, en su colección debolsillo.
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