domingo, 24 de noviembre de 2013

LA MÚSICA DEL CORAZÓN. Domingo 27 de noviembre del 2011.




La Marcha de las Calaveras; la Psicomagia para la Paz.

Cuauhtémoc Rivera Godínez





Son las 10.45 de la mañana del domingo 27 de noviembre, una multitud de jóvenes, jóvenas, niños, hombre y mujeres caminamos por avenida Insurgentes Sur en la Ciudad de México.
A la altura del cruce de esta avenida con la calle de Luz Saviñón veo a un hombre vestido de blanco que va de la mano de su pequeña hija, quien a su vez, toma con su otra mano a su mamá. Los tres van de blanco y con su rostro maquillado de calavera. Los tres calzan huaraches y van en silencio dialogando entre ellas.
El hombre lleva un morral en su hombro izquierdo y constantemente mete su mano en el interior de este y extrae semillas que va esparciendo suavemente, como si fuera en cámara lenta. Me acerco a él y le pregunto con respeto ¿Por qué esparces arroz?, y él me responde
“No es arroz, es amaranto, y con él en México hacemos un dulce que se llama “Alegría” y vamos esparciendo amaranto por las calles porque queremos que regrese la alegría a nuestra ciudad, es un acto espiritual, mágico”
Un chavo se acerca y le inquiere ¿Puedo tomar un poco y esparcirlo?. Sí, claro, le contesta la calavera de blanco. El chavo mete la mano, saca un poco de amaranto y lo esparce con amor. El hombre del morral le dice; “Métele mucha imaginación, mucho amor”. Todos nos miramos y sonreímos. Es la caminata de la Psicomagía para la paz.
A las nueve horas iniciaron la caminata las y los primeros, arrancando del estadio de la Ciudad Universitaria. La mañana es sumamente fría y nublada. A las 10 de la mañana Cuate, María, Mariana, Ricardo y yo nos incorporamos en Insurgentes y Barranca del Muerto. La invitación a este evento la hizo Alejandro Jodorowsky días antes con la finalidad de realizar un acto de Psicomagía por la paz, para ayudar a parar esta guerra en contra de la sociedad mexicana, para ayudar a que los más de 50 mil muertos y 10 mil desaparecidos en actos de violencia criminal encuentren la luz de la tranquilidad y su energía no esté penando en este mundo, y para que nuestra comunión en este acto de Psicomagia nos ayude a parar esta guerra que tanto sufrimiento y dolor está causando.
En el trayecto muchos gritaron consignas contra la guerra, contra la política de Felipe Calderón, muchos palmeaban sus manos siguiendo el ritmo del pandero que durante horas acompañó nuestro paso, muchos hablaban en voz baja y otros dialogaban en silencio.
En este trayecto me encontré con un joven de nombre David. Él me platicó de la Psicomagia y de su abuela. Ella es de Chile, llegó a México cuando el golpe militar de Pinochet y su abuelo le dijo un día “Tienes que conocer a Jodorowsky, es un gran maestro, échale un ojo”, y entonces ella fue a verlo y tomó clases con Alejandro. “Ahora mi abuela me dijo “Tienes que conocer a Jodorowsky, échale un ojo”, y aquí estoy” me dice el chavo muy emocionado y con su rostro maquillado de blanco con grandes ojeras negras.
¿Y Jodorowsky por qué no está en esta caminata? Le pregunto y él me dice “Nos encontrará en el Palacio de Bellas Artes, y de ahí nos iremos a la Plaza de Garibaldi”.
A las 12.15 horas llega la caminata a Bellas Artes, durante una hora y veinte minutos esperamos al psicomago. Mientras, la gente canta, realiza performance, platica, sonríe. Las consignas de “Psicomagía para la paz” se repiten una y otra vez. La ligera llovizna no los espanta.

El maestro Jodorowsky llega acompañado de su famita y todos con mascaras de calaveras. Muchos aplausos, empujones, y todo lo que implica que llegue el que convoca al evento. Alejandro sube a la barda de la fuente que está en a explanada, usa un megáfono que no tiene resonancia para escuchar su voz. La mayoría no escuchamos claramente, pero intuimos las palabras. Yo alcanzó a escuchar que vamos a la Plaza de Garibaldi y que ahí todos cantaremos La Llorona “porque esa es la canción con que la madre llora a nuestros muertos”, nos dice el chileno – mexicano de cabellera plateada.

Entonces todos nos vamos a formar la columna en el Eje Central. Son las 13.45 horas, como siempre, los que portan las cámaras fotográficas no permiten el avance de la marcha.

Caminamos las pocas cuadras que nos separan en quince minutos. Cuando empezamos a entrar en la plaza, un joven moreno, de estatura baja, ropa beige y sucia, visiblemente drogado por la famosa “mona”, musita “Qué está pasando, qué pasa, no entiendo nada”, lo que genera las sonrisas de las calaveras.
Ya en la Plaza de Garibaldi, la indicación es tomar asiento en el suelo, lo cual es sumamente difícil. El suelo está sumamente sucio, al grado de que la suela de los zapatos se pega en él. Total que muchos se ponen en cuclillas, otros se hincan en un papelito y otras y otros de plano se sientan en el suelo. Algunos se rehúsan a sentarse y es cuando aparecen los exhortas “Sientate”, “Sentado”. Pero un hombre es necio y queda de pie. Entonces el gordo Godínez le grita “Esa calavera gorda, siéntate”. El desobediente voltea el rostro mostrando su enojo por los ojos, lo cual provoca la carcajada del público, y una segunda voz le responde “Te queremos”, y todos sonríen.

Alejandro invita a todos a que entonemos La Llorona. Una mujer empieza a entonarla a capela, el susurro del canto va creciendo poco a poco, es como un pequeño himno, una oración melódica que sale del corazón de los asistentes. Se va formando una atmósfera de amistad, de fraternidad, de consuelo. Son minutos de emoción, de intenso amor.
Cuando la mujer termina de cantar, al otro extremo aparece un grupo de mariachis tocando la misma canción de La Llorona. Es uno de los momentos de clímax. Los cientos y miles de calaveras cantan nuevamente ahora con más bríos, la oración rítmica se ha convertido en un grito de dolor, de alegría, de una mezcla difícil de explicar. Luego sigue la canción Caballo Prieto Azabache, y cuando termina, el psicomago toma la palabra. Para la mayoría su voz es inaudible, pero nuevamente el corazón hace que intuyamos sus palabras.


“Este acto de Psicomagia implica necesariamente que el centro no sea una persona, no lo sea yo, sino todos los que estamos en este lugar. Hemos venido a esta Plaza de Garibaldi porque este es un lugar de alegría. No fuimos al Zócalo porque ahí es un lugar de concentraciones políticas, y este es un lugar de alegría, de amigos, de familias. Estamos aquí para recordar a los 50 mil muertos en esta guerra, para hacer un acto por la paz. Ahora les pido que todos nos tomemos de las manos y pidamos al mismo tiempo “Paz, Paz, Paz” nos dice Alejandro.

Y entonces todas las calaveras nos tomamos de las manos. Todos en un mismo momento orando – gritando – pidiendo por esta paz que ha destruido la acción calderonista. Pazpazpazpazpazpaz, segundos, minutos interminables.

Cuando concluyó esta acción, Jodorowsky exhortó “Ahora todos a reírnos”. Y todos a reír. El maestro se quitó la mascara y la aventó al público.

“Este es un punto de reinicio de un nuevo momento en la vida de México, este acto de psicomagia así lo marca”, concluyó Jodorowsky.

A las 14.30 horas termina el evento. Muchos se quedan en la plaza, platicando, cantando, sonriendo. Otros nos vamos al Mercado de San Camilito a comer pozole. 

A mis amigas y amigos les recomiendo la lectura de Psicomagia, de Alejandro Jodorowsky, de editorial Siruela, en su colección debolsillo.

sábado, 23 de noviembre de 2013

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. El cuento de este día domingo 24 de noviembre del 2013.



Estimadas amigas y amigos.Hace un par de días, mi amigo, maestro y hermano Elías Razo, me escribió para comentar el texto de Librado Rivera sobre el asesinato de Ricardo Flores Magón enviado el 20 de noviembre. Siempre filoso y además ferviente lector y seguidor de José Revueltas me anotó que esperaba que ese día yo enviara un cuento de la autoría de este gran mexicano por el 99 aniversario de este revolucionario y comunista ejemplar. Orientado pues, por Elías, les envío este cuento de Don Pepé, de Revueltas, del gran literato y sobre todo, del gran comunista, que hoy sigue siendo, en los corazones de muchos y muchas de nosotros, un joven de 99 años.

Va entonces y que ejemplo de Revueltas nos empuje a ejercer nuestra ternura. Un abrazo.

 

 Lo que sólo uno escucha.

José Revueltas Sánchez (México   20 de noviembre de 1914- 14 de abril  de 1976)

Para Rosa Castro

La mano derecha, humilde, pero como si prolongase aún el mágico impulso, descendió con suma tranquilidad a tiempo de que el arco describía en el aire una suave parábola. Eran evidentes la actitud de pleno descanso, de feliz desahogo y cierta escondida sensación de victoria y dominio, aunque todo ello se expresara como con timidez y vergüenza, como con miedo a destruir algún íntimo sortilegio o de disipar algún secretísimo diálogo interior a la vez muy hondo y muy puro. La otra mano permaneció inmóvil sobre el diapasón, también víctima del hechizo y la alegría, igualmente atenta a no romper el minuto sagrado, y sus dedos parecían no atreverse a recobrar la posición ordinaria, fijos de estupor, quietos a causa del milagro.

Aquello era increíble, más con todo, la expresión del rostro de Rafael mostrábase singularmente paradójica y absurda. Una sonrisa tonta vagaba por sus labios y se diría que de pronto iba a llorar de agradecimiento, de lamentable humildad.

—No puede ser, no es cierto; es demasiado hermoso —balbuceó presa de una agitación extraña y enfermiza. Apartó el violín de bajo su barbilla y oprimiéndolo luego con el codo, la mano izquierda libre y sin que la otra abandonase el arco, se puso a examinar ambas flexionando ridículamente los dedos, una y otra vez, como si los quisiera desembarazar de un calambre—. No puedo creerlo, es demasiado —repitió.

Después de las amargas incertidumbres, hoy era como si las tinieblas de la duda se hubieran disipado para siempre. Su mano izquierda se había conducido con destreza, seguridad e iniciativa extraordinarias; supo ir, de la primera a la séptima posiciones, no sólo por cuanto a lo que la partitura indicaba, sino sobre todo, por cuanto a la inquietud de descubrir nuevos matices y enriquecer el timbre mediante la selección de cuerdas que el propio compositor no había señalado. En esta forma periodos opacos cobraron una brillantez súbita; las frases banales, un patetismo arrebatador y todo aquello que ya era de por sí profundo y noble se elevó a una espléndida y altiva grandeza. Por lo que hace a los sonidos simultáneos —que fueron su más atroz pesadilla en el Conservatorio—, le fue posible alcanzar no sólo las terceras, sino todas las décimas de doble cuerda, aun cuando éstas siempre se le habían dificultado grandemente a causa de la torpe digitación. La mano derecha, a su vez, se condujo con exactitud y precisión prodigiosas al encontrar y obtener, cuando se requería para ello, el punto de la escala propio o el color más inesperado de la encordadura, ya aproximándose o alejándose del puente, ya con el uso del arco entero o sólo del talón o la punta, según lo pidiese el fraseo. O finalmente, con el ataque individual de cada sonido en el alegre y juvenil stacatto o con el brioso y reidor saltando. A causa de todo eso la impresión de conjunto resultó de una intensidad conmovedora y los sentimientos que la música expresaba, la bondad, el amor, la angustia, la esperanza, la serenidad del alma, surgieron libres, radiantes y jubilosos como un canto sobrenatural y lleno de misterio.


“Ahora cambiará todo —se dijo Rafael después de haberse escuchado—; será todo distinto. Todo cambiará.” Sonreía hacia algo muy interior de sí mismo y por eso su rostro mostraba un aire estúpido. Era imposible darse cuenta si un fantástico dios nacía en lo más hondo de su ser o si un oscuro ángel malo y potente se combinaba en turbia forma con ese dios.

Caminó en dirección de la mesa cubierta con un mantel de hule roñoso, y en el negro y deteriorado estuche que sobre ella descasaba guardó el violín después de cubrirlo con un paño verde. Llamaron su atención las figuras del mantel, infinita y depresivamente repetidas en cada una de las porciones que lo componían. “Todo cambiará, todo”, se repitió, y advirtió que ahora esa frase se refería al mantel. Cuántas veces no hubiera deseado cambiarlo, pero cuántas, también, no se guardaba ni siquiera de formular este deseo frente a su mujer, tan pobre, tan delgada y tan llena de palabras que no se atrevía a pronunciar jamás. Eran unas tercas figuras de volatineros sin sentido, inmóviles, inhumanos, que se arrojaban unos a otros doce círculos de color a guisa de los globos de cristal que los volatineros reales se arrojan en las ferias.

“Hasta esto mismo, hasta este mantel cambiará”, finalizó sin detenerse a considerar lo prosaico de su empeño —cuando lo embargaban en contraste tan elevadas emociones— y sin que la vaga y penosa sonrisa se esfumara de sus labios.

No quería sentirse feliz, no quería desatar, sacrílegamente, esa dicha que iluminaba su espíritu. Algo indecible se le había revelado, mas era preciso callar porque tal revelación era un secreto infinito.

Nuevamente se miró las manos y otra vez se sintió muy pequeño, como si esas manos no fueran suyas. “Es demasiado hermoso, no puede ser. Pero ahora todo cambiará, gracias a Dios.” Lo indecible de que nadie hubiera escuchado su ejecución, y que él, que él solo sobre la tierra, fuera su propio testigo, sin nadie más.

—Parece como si tuvieras fiebre; tus ojos no son naturales —le dijo su mujer a la hora de la comida. No era eso lo que quería decirle, sin embargo. Querría haberle dicho, pero no pudo, que su mirada era demasiado sumisa y llena de bondad, que sus ojos tenían una indulgencia y una resignación aterradoras.

—¿Estás enfermo? —preguntaron a coro y con ansiedad los niños. Rafael no respondió sino con su sonrisa lastimera y lejana.

“No les diré una palabra. Lo que me ocurre es como un pecado que no se puede confesar.” Y al decirse esto, Rafael sintió un tremendo impulso de ponerse en pie y dar a su mujer un beso en la frente, pero lo detuvo la idea de que aquello le causaría alarma.


Ella lo miró con una atención cargada de presentimientos. Ahora lo veía más encorvado y más viejo, pero con ese brillo humilde en los ojos y esa dulzura torpe en los labios que eran como un índice extraño, como un augurio sin nombre. “Es un anuncio de la muerte. No puede ser sino la muerte. Pero, ¿cómo decírselo? ¿Cómo darle consuelo? ¿Cómo prepararlo para el pavoroso instante?”

Hubiera querido, ella también, tomar aquella pobre cabeza entre sus manos, besarla y unirse al fugitivo espíritu que animaba en su cuerpo. Pero no existían las palabras directas, graves y verdaderas, sino apenas sustituciones espantosas mientras toda comunicación profunda entre sus dos ánimas se había roto ya.

—Descansa hoy, Rafael —dijo en un tono maternal y cargado de ternura—; no vayas al trabajo. Esas funciones tan pesadas terminarán por agotarte —lo dijo por decir. Otras eran las cosas que bullían dentro de ella. Pensaba en el tristísimo trabajo de su marido, como ejecutante en una miserable orquesta de cantina-restaurante, y en que, sin embargo, eso también iba a concluir. “Quédate a morir —hubiera dicho con todo su corazón—, te veo en el umbral de la muerte. Quédate a que te acompañemos hasta el último suspiro. A que recemos y lloremos por ti…”

Rafael clavó una mirada por fin alegre en su mujer, al grado que ésta experimentó una inquietud y un sobresalto angustiosos. “¿Podría entenderme —pensó Rafael— si le dijera lo que hoy ha ocurrido? ¿Si le dijera que he consumado la hazaña más grande que pueda imaginarse?”

Al formularse estas preguntas no pudo menos que reconstruir los extraordinarios momentos que vivió al ejecutar la fantástica sonata, un poco antes de que su mujer y sus hijos regresaran. Los trémolos, patéticos y graves, vibraban en el espacio con limpidez y diafanidad sin ejemplo, los acordes se sucedían en las más dichosas y transparentes combinaciones, los arpegios eran ágiles y llenos de juventud. Todo lo mejor de la tierra se daba cita en aquella música; las más bellas y fecundas ideas elevábanse del espíritu y el violín era como un instrumento mágico destinado a consumar las más altas comuniones.

“No puedo creerlo aún”, se dijo mirándose las manos como si no le pertenecieran. Se sentía a cada instante más menudo, más humilde, más infinitamente menor dentro de la grandeza sin par de la vida. Quiso tranquilizar a su mujer al mirarla aprensiva e inquieta:

—Todo será nuevo —exclamó—, hermoso y nuevo para siempre.

—Es la maldita bebida —dijo la mujer por lo bajo mientras un terrible rictus le distorsionaba la cara alargándole uno de los ojos—. El maldito y aborrecible alcohol. Tarde o temprano iba a suceder esto…

Condujo entonces a Rafael, sin que éste, al contrario de lo que podría esperarse, protestara, al camastro que les servía de lecho.

Luego hizo que los niños, de rodillas, circundaran a su padre, y unos segundos después, dirigido por ella, se elevó un lúgubre coro de preces y jaculatorias por la eterna salvación del hombre que acababa de entregar el alma al Señor.


(Cuentos Mexicanos, Antología; Santillana Ediciones Generales, S.A. de C.V., 2004; México, D.F.; © “Lo que sólo uno escucha”, en Dormir en tierra, José Revueltas, 1971, Ediciones Era, S.A. de C.V.; transcrito por John Montañez Cortez, New Haven, Connecticut, 7 de agosto de 2013.)

jueves, 21 de noviembre de 2013

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. La historia de este día 21 de noviembre del 2013.



Amigas y amigos. 

Este día 21 de noviembre se cumplen 91 años del asesinato del gran mexicano Ricardo Flores Magón. Periodista, revolucionario y anarquista, Don Ricardo fue asesinado por el gobierno americano en común acuerdo con el gobierno mexicano. En este día les envío un  extracto  del texto escrito por otro anarquista mexicano  compañero de Flores Mágón, Librado Rivera y que tituló PERSECUSIÓN Y ASESINATO DE RICARDO FLORES MAGÓN. Espero que esta lectura les conmueva. El link en donde pueden encotrar el texto comple es el siguiente; http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/pqsla/1.html
 Un abrazo y que las acciones y pensamientos de Don Ricardo Gómez Magón vivan siempre en el corazón de los mexicanos y mexicanas. 




PERSECUSIÓN Y ASESINATO DE RICARDO FLORES MAGÓN



Conocí por primera vez a Ricardo Flores Magón en el Primer Congreso del Partido Liberal Mexicano, reunido en la ciudad de San Luis Potosí el 5 de febrero de 1901. El Congreso estaba formado por delegados de los diferenteS grupos liberales establecidos en toda la República, correspondiendo, de esta manera, a un llamamiento hecho por varios liberales y entusiastas potosinos, opuestos a la dictadura de Porfirio Díaz.

Terminados los trabajos del Congreso, que sólo duró del 5 al 12 del mismo mes, la Dictadura desplegó todas sus actividades encaminadas a la destrucción de los grupos y acabar con sus miembros más activos. El terror fue general, como si un estado de sitio se hubiera establecido en toda la República con el solo propósito de acabar con los liberales que levantaban su voz de alarma en todos los rincones del país en contra de la asfixiante dictadura del hombre más funesto y malvado que ha pesado sobre los hombros del obrero mexicano.

Los grupos liberales fueron disueltos a balazos por los esbirros de la Dictadura, y varios de sus miembros más activos asesinados a vuelta de esquina, o enviados a pudrirse en las prisiones. Ricardo Flores Magón fue preso varias veces en la ciudad de México cuando yo era también perseguido y puesto preso en la penitenciaría de San Luis Potosí y más tarde en la misma capital de la República.
La lucha franca contra la Dictadura se hizo imposible, y era preciso cambiar de táctica o resolverse a perecer. 

Decidimos, entonces, luchar ocultamente. Por este medio los grupos disueltos no dejaron de funcionar, y lo único que había que hacer era caminar con cautela, admitiendo, en los grupos secretos, sólo a los buenos y firmes luohadores.
Los periodistas independientes eran golpeados, llevados a la cárcel, asesinados o quemados vivos, y el único medio de seguir esta eficaz labor de propaganda era desde el extranjero. Ricardo, que estaba con libertad bajo fianza en México, pagó su fianza y se dirigió, en 1904, a los Estados Unidos de Norteamérica, donde nos reunimos después varios de los perseguidos que deseábamos participar, con él, los azares de la lucha.

Las persecuciones de Porfirio Díaz, aun en país extranjero, no se hicieron esperar. Ricardo Flores Magón y otros miembros del grupo fuimos arrestados y conducidos a una prisión de Saint Louis, Missouri. Más tarde, en 1907, fuimos arrestados en Los Angeles, California, y después de haber estado dos años en la cárcel de Condado, fuimos extraditados al Estado de Arizona, en donde se nos sentenció a sufrir una condena de año y medio, con el pretexto de que tratábamos de armar una expedición en los Estados Unidos para derrocar al Gobierno de México. 
Célebre proceso, porque sólo se presentó ante el Jurado una pistola y un cuchillo viejo como prueba de la expedición armada para derrocar al citado Gobierno de México. 

Pero lo que en realidad se pretendía con todas estas persecuciones era matar la Revolución que preparábamos en México desde el extranjero. Porfirio Diaz y los capitalistas norteamericanos, que tenían invertidos más de dos mil millones de pesos en diferentes empresas de explotación en la República, temían nuestra propaganda y nuestra rápida organización revolucionaria, llevada a cabo muy secretamente con más de veinticinco grupos armados en diferentes lugares del territorio mexicano; y con el encarcelamiento de Ricardo Flores Magón, cerebro de este movimiento, se pensó hacer fracasar la Revolución en su cuna.
Por un cargo semejante al anterior fuimos sentenciados y enviados a la penitenciaría de MacNeil Island, en 1912, a sufrir una condena de dos años, decretada por un juez de Los Angeles, California. En 1916 fue procesado Ricardo por otro nuevo cargo en unión de su hermano Enrique, y en 1918 fue arrestado de nuevo, juntamente con Librado Rivera, por haber publicado un Manifiesto dirigido a todos los trabajadores del Mundo con motivo de la gran carnicería europea, en la que los capitalistas de las naciones contendientes se disputaban encarnizadamente el dominio de los mercados del Universo a costa de las vidas y haciendas de millones de trabajadores llevados al matadero.
Amarrados y encadenados fuimos conducidos Ricardo Flores Magón y yo a la penitenciaría de MacNeil Island, Estado de Wáshington, sentenciados por el juez Bledsoe a sufrir las penas de 21 y 15 años, respectivamente. Las puertas de la prisión se abrieron una vez más para nosotros. El 15 de agosto de 1918, los sombríos calabozos de la isla de MacNeil recibían nuestros cuerpos con sonrisas de burla y de triunfo; se sellaba, para siempre, la vida activa de un gran revolucionario, pensador profundo y rebelde a toda sumisión: Ricardo Flores Magón.



EL CRIMEN FINAL
En los primeros días de noviembre de 1922, Ricardo Flores Magón fue cambiado del calabozo que ocupaba cerca del mío, a otro enteramente opuesto y lejano; la fuerte tos que con frecuencia le atacaba por las noches, no se le oía más; nuestra comunicación se dificultó con el cambio; unos cuantos minutos, antes de entrar en el comedor, nos proporcionaban siempre la oportunidad de comunicarnos asuntos que pudieran ser de algún interés para los dos.
La tarde del 20 fue la última vez que nos encontramos en las filas, así como las últimas palabras que nos comunicamos Ricardo y yo; palabras que conservo en mi memoria como eterna despedida del compañero y hermano querido, que durante veintidós años participamos juntos constantes persecuciones, amenazas de muerte y encarcelamientos por los esbirros del Capitalismo. No menos de trece años pasó aquel gran rebelde en contra de todas las tiranías, detrás de las mazmorras de México y de los Estados Unidos de Norteamérica. De los veinte años que permaneció Ricardo en aquel país, la mayor parte de ese tiempo lo pasó encadenado en los obscuros calabozos norteamericanos, país que en un tiempo fue Tierra de la Libertad y hogar de los valientes, y hoy es la Tierra de las aves de rapiña de Wall Street.
El 21 de noviembre, en la mañana, vi el cadáver de Ricardo tendido en una plancha del hospital: tenía la cara negra hasta el cuello y la frente tendida hacia atrás, como que un poderoso esfuerzo, al despedirse de la vida, había impulsado a aquel estoico luchador a exhalar el último aliento.
Ricardo había muerto en su mismo calabozo, a las cinco de la mañana. Biddle y el doctor Yohe mostraban sus rostros sonrientes y satisfechos, como si el crimen cometido con el asesinato de Ricardo los hubiera hecho acreedores a valiosa recompensa.
What was the cause of his death? (¿Cuál fue la causa de su muerte?), preguntó hipócritamente el alcalde Biddle al doctor de la penitenciaría en el momento que nos encontrábamos los tres frente al cadáver de Magón.
From heart disease. (De enfermedad cardíaca), fue la contestación del doctor Yohe, cómplice en aquel horrible crimen.
Mi primer pensamiento fue poner telegramas a los amigos y familiares de Ricardo, comunicándoles el fin trágico del camarada y amigo. Vueltos a la oficina del Alcalde, pedí permiso para enviar el telegrama en los siguientes términos:
Ricardo Flores Magón murió repentinamente a las cinco de la mañana, de enfermedad cardíaca según el médico de la Penitenciaría, doctor Yohe.
Yo no permitiré que envíe usted el telegrama en esos términos, dijo Biddle.
El doctor dijo a usted, frente al cadáver, que Ricardo murió de esa enfermedad, contesté al alcalde Biddle.
No importa; no permitiré que ponga usted en el telegrama el nombre del doctor de la institución, refutó el Alcalde.
El telegrama fue corregido en los siguientes términos y me lo presentaron para que yo lo firmara:
Ricardo Flores Magón murió repentinamente a las cinco de la mañana, de enfermedad cardíaca.
Rehusé firmarlo en la forma indicada, y expuse al Alcalde que yo no podía asegurar que Ricardo había muerto de enfermedad cardíaca.
¿Cree usted que murió de envenenamiento?, interpeló el Alcalde.
No sé, contesté a secas.
El telegrama fue, al fin, enviado en la forma que pedía el Alcalde. Lo importante, para mí, era hacer saber la muerte de mi compañero. Sin embargo, en mis cartas dirigidas a algunos de mis amigos tuve oportunidad de hacerles saber la sospechosa insinuación del alcalde de la penitenciaría para obligarme a enviar el telegrama en la forma que él deseaba.
Un día funesto lleno de profundas amarguras y de tenebrosas tristezas envolvía mi corazón. Una lucha de encontradas ideas arrastraba mi imaginación por el abismo insondable de la desesperación. Por la noche acudían a mi mente, como en tropel, imágenes representando actitudes distintas, pensativas o amenazadoras, con los puños apretados, como impulsadas todas por un solo pensamiento de venganza en contra de tanta maldad humana. Se había hecho desaparecer a un gran pensador, a un filósofo, pletórico de bellas y luminosas ideas hacia el establecimiento de una sociedad de verdaderos humanos. Se había cometido un crimen de lesa humanidad en la persona de un hombre bueno, generoso y altruísta, cuyos ideales de justicia sintetizan las sublimes aspiraciones de todos los pueblos esclavos de la Tierra. Se había quitado la existencia a un hombre honrado, cuyo trágico fin sólo es comparable con el envenenamiento del filósofo griego Sócrates, obligado, por sus verdugos jueces, a tomar la cicuta, o con el sacrificio de Giordano Bruno, fundador de la Filosofía Positivista, quemado vivo en Roma el año de 1600, después de haberlo sometido a ocho años de crueles torturas en su presidio.
San Luis Potosí, enero 8 de 1923.
Librado Rivera
5a. del General Guerrero, 29.

lunes, 18 de noviembre de 2013

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. La historia de este día lunes 18 de noviembre del 2013, día del 30 aniversario del EZLN.




Amigas y amigos.
Este 18 de noviembre les envío un cuento aparecido el día de ayer en el comunicado del EZLN que lleva por nombre REBOBINAR 3, escrito por el 30 aniversario de esa organización. Este cuento y todo el comunicado zapatista lo pueden encontrar en el siguiente link;   http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2013/11/17/rebobinar-3/
Espero que el cuento les sea de su agrado. Un abrazo.






LA HISTORIA DEL GATO-PERRO
(De como Durito conoció al Gato-Perro y de lo que dijeron esa madrugada sobre los fanatismos).

A simple vista, el gato-perro parece perro… bueno, más bien gato… o perro…hasta que maúlla… o gato… hasta que ladra.
El gato-perro es una incógnita para biólogos terrestres y marinos (¿en qué tabla de clasificación de los seres vivos acomodamos este caso?), caso irresoluble para la psicología (una cirugía neuronal no descubre el centro cerebral que define la perrunez o la gatez), misterio para la antropología (¿los usos y costumbres al mismo tiempo semejantes y antitéticos?), desesperación para la jurisprudencia (¿qué derechos y deberes emanan del ser y no ser?), el santo grial de la ingeniería genética (imposible privatizar ese escurridizo ADN).  En suma: el eslabón perdido que echaría abajo todo el darwinismo de laboratorio, cátedra, simposio, reiterada moda científica.

Pero permítanme narrarles lo que ocurrió:
Como es ley, era madrugada.  Una lucecita bastaba para definir la sombra.  Quieto, caminaba sólo con los pasos de la memoria.  Entonces escuché claramente que alguien decía:
  “Un fanático es alguien que, con vergüenza, esconde una duda”.

No sin antes darle la razón en mis adentros, me acerqué y lo encontré.  Sin mediar presentación alguna, le pregunté:
Ah, de modo que usted es… un perro.
Miau − me respondió.
… O más bien un gato − dije dudando.
guau − replicó.
Bueno, un gato-perro − dije y me dije.
Eso − dijo… o creí que dijo.
Y la vida, ¿cómo va? − pregunté (y yo transcribí sin dudarlo, dispuesto a no dejarme sorprender con nada, puesto que era un escarabajo quien me dictaba esta singular historia).
A ratos vale la pena − respondió con una especie de ronroneo −. A ratos como perros y gatos − gruñó.
¿Es un problema de identidad? − dije encendiendo la pipa y sacando mi esmarfon-tablet multitouch para escribir (en realidad se trata de un cuaderno de esos engargolados, pero Durito se las quiere dar de muy moderno −nota del escribano−).

Nah, uno no elige quién es pero sí quién puede ser − ladró desdeñoso el gato-perro −. Y la vida no es más que ese complicado tránsito, logrado o trunco, de una cosa a la otra − agregó con un maullido.
Entonces, ¿gato o perro? – pregunté.
Gato-perro − dijo él como señalando lo obvio.
¿Y qué lo trae por estas tierras?
Una ella, qué va a ser.
Ah.
Le voy a cantar, porque algunos gatos saben.
Err… antes de su serenata, que no dudo sea un canto excelso a la fémina que lo inquieta, ¿me podría aclarar lo que dijo al inicio de su participación en este cuento?
¿Lo del fanatismo?
Sí, era algo como que hay quien esconde sus dudas de fe detrás del culto irracional.
Eso.
Pero, ¿cómo evitar el instalarse en uno de los tenebrosos cuartos de esa torva casa de espejos que es el fanatismo?  ¿Cómo resistirse a los reclamos y chantajes para instalarse y militar en el fanatismo religioso o laico, el más antiguo sí, pero no el único actual?
Simple − dice lacónico el gato-perro−, no entrando.
  Construir muchas casas, cada quien la suya.  Abandonar el miedo a la diferencia.
Porque hay algo igual o peor que un fanático religioso, y es un fanático anti religioso, el fanatismo laico.  Y digo que puede ser peor porque éste último acude a la razón como coartada.
Y, claro, sus equivalentes: al homofóbico y machista, la fobia a lo heterosexual y el hembrismo.  Y sume usted el largo etcétera de la historia de la humanidad.
 Los fanáticos de la raza, el color, el credo, el género, la política, el deporte, etcétera, son, al final de cuentas, fanáticos de sí mismos.  Y todos comparten el mismo miedo a lo diferente. Y encasillan al mundo entero en la cerrada caja de las opciones excluyentes: “si no eres tal, entonces eres lo contrario”.
¿Quiere usted decir, mi estimado, que los que critican a los fanáticos deportivos son iguales? – interrumpió Durito.
Es lo mismo.  Ahí tiene, por ejemplo, la política y el deporte, ambos de paga: en los dos los fanáticos piensan que lo profesional es lo que cuenta; en ambos son meros espectadores aplaudiendo o abucheando a los contrincantes, festejando victorias que no son suyas y lamentando derrotas que no les pertenecen; en ambos culpan a los jugadores, al árbitro, a la cancha, al contrario; en ambos esperan que “a la siguiente sí”; ambos piensan que si cambian de técnico, de estrategia o de táctica entonces se resolverá todo; en ambos persiguen a los fanáticos contrarios; en ambos se ignora que el problema está en el sistema.
¿Está usted hablando de fútbol? pregunta Durito mientras saca un balón autografiado por él mismo.
No sólo de fútbol.  En todo, el problema es quién es el que manda, el dueño, el que dicta las reglas.
En los dos ámbitos se desprecia lo que no sea de paga: el fútbol llanero o callejero, la política que no confluya en coyunturas electorales.  “Si no se gana dinero, ¿para qué entonces?”, se preguntan.
Ah, ¿está usted hablando de política?
− Ni pensarlo.  Aunque, por ejemplo, cada día que pasa es más evidente que lo que llaman “el Estado Nacional Moderno” es un montón de ruinas en venta de ocasión, y que las clases políticas respectivas se empeñan en rehacer, una y otra vez, la cúspide de un castillo de naipes derruido, sin darse cuenta que las barajas de la base están completamente rotas y ajadas, incapaces de mantenerse erguidas, ya no digamos de sostener algo.
Mmh… será difícil poner eso en un tuit − dice Durito mientras cuenta para ver si se ajusta a los 140 caracteres.
La clase política moderna se disputa quién será el piloto de un avión que hace tiempo se estrelló en la realidad neoliberal − sentencia el gato-perro y Durito agradece con una venia.
¿Entonces qué hacer? − pregunta Durito mientras guarda con recato su banderín de Los Jaguares de Chiapas.
Eludir la trampa que sostiene que libertad es poder elegir entre dos opciones impuestas.
Todas las opciones terminantes son una trampa.  No hay sólo dos caminos, de la misma forma que no hay dos colores, dos sexos, dos creencias.  Así que ni ahí, ni allá.  Mejor hacer un nuevo camino que sí vaya a donde uno quiere ir.
¿Conclusión? − pregunta Durito.
Ni perro, ni gato.  Gato-perro, para no servirle a usted.
  Y que nadie juzgue ni condene lo que no entiende, porque lo diferente es una muestra de que no todo está perdido, que hay todavía mucho que mirar y escuchar, que hay otros mundos aún por descubrir…
Se fue el gato-perro que, como su nombre lo indica, tiene las desventajas del perro y las del gato… y ninguna de sus ventajas, si es que las hubiere.
Ya amanecía cuando escuché una mezcla de maullido y ladrido sublime.  Era el gato-perro cantándole, desafinado, a la luz de nuestros mejores sueños.
Y en alguna madrugada, tal vez lejana aún en el calendario y en incierta geografía, ella, la luz que me desvela y devela, entenderá que hubo trazos ocultos y para ella hechos, que tal vez sólo entonces le serán revelados o los reconoce ahora en estas letras, y sabrá en ese momento que no importaba qué caminos anduvieran mis pasos: porque ella fue, es y será, siempre, el único destino que vale la pena.

Tan-tan.

El Sup.
México, Noviembre 17 del 2013.
Trigésimo aniversario del EZLN.

jueves, 7 de noviembre de 2013

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. El cuento de este día lunes 4 de noviembre del 2013.

Amigas y amigos
Hoy les envío un cuento de  Cristina Peri Rossi, escritora uruguaya, nacida el 12 de noviembre de 1941 en Montevideo y que en 1963 publicó su primer libro en donde recopila una serie de relatos titulada Viviendo.Con el arribo de la dictadura militar en Uruguay ella salió al exilio.
Poeta, narradora, ensayista y amiga íntima de Julio Cortázar, su obra es considerada una de las más importantes de la vanguardia literaria en lengua española, traducida a más de doce idiomas, y ganadora de numerosos premios. Es considerada una escritora comprometida y los temas de sus obras giran alrededor de conceptos como el amor, la libertad del individuo frente a la opresión del poder y el feminismo.

Espero que este cuento les conmueva y ayude a moverse para un mundo mejor y posible. Un abrazo.


Entre la espada y la pared.


Cristina Peri Rossi


El espacio que queda entre la espada y la pared es exiguo. Si huyendo de la espada, retrocedo hasta la pared, el frío del muro me congela; si huyendo de la pared, trato de avanzar en sentido contrario, la espada se clava en mi garganta.

Cualquier alternativa, pues, que pretenda establecerse entre ellas, es falsa, y como tal,la denuncio. Tanto el muro como la espada sólo pretenden mi aniquilación, mi muerte, por lo cual me resisto a elegir. Si la espada fuera más benigna que elmuro, o la pared, menos lacerante que el filo de aquella, cabría la posibilidad de decidirse, pero cualquiera que las observe -la espada, la pared-comprenderán enseguida que sus diferencias son sólo superficiales. Sé que tampoco es posible dilatar mi muerte tratando de vivir en el corto espacio que media entre la pared y la espada. No sólo el aire se ha enrarecido, está lleno de gases y de partículas venenosas: además, la espada me produce pequeños cortes (que yo disimulo por pudor) y el frío de la pared congestiona mis pulmones, aunque yo toso con discreción. Si consiguiera escurrirme (imposible salvación), la espada y el muro quedarían enfrentados, pero su poder, faltando yo entre ambos, habría disminuido tanto que posiblemente el muro se derrumbara y la espada enmoheciera. Pero no existe ningún resquicio por el cual pueda huir, y cuando consigo engañar a la espada, la pared se agiganta, y si me separo de la pared, la espada avanza.
He procurado distraer la atención de la espada proponiéndole juegos, pero es muy astuta, y cuando deja de apuntar a mi garganta, es porque dirige su filo hacia mi corazón. En cuanto al muro, es verdad que a veces me olvido que se trata de una pared de hielo, y, cansado, busco apoyo en él: no bien lo hago, un escalofrío mortal me recuerda su naturaleza.

He vivido así los últimos meses. No sé por cuánto tiempo aún podré evitar el muro, la espada. El espacio es cada vez más estrecho y mis fuerzas se agotan.Me es indiferente mi destino: si moriré de una congestión pulmonar o me desangraré a causa de una herida; esto no me preocupa. Pero denuncio definitivamente que entre la espada y la pared no existe un lugar donde vivir.

sábado, 2 de noviembre de 2013

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. El cuento de este día 2 de noviembre del 2013.

En este día que estamos con nuestros difuntos y difuntas en nuestras casas


Amigas y amigos

Este día les envío esta historia que escuché por primera vez allá por el año del 2005 en la voz de Silvia Paglieta, narradora argentina. La historia es muy conmovedora. Ojala y les guste.

En el borde del barranco

Jorge Accame



La mujer apareció de golpe sobre la ruta y le hizo señas para que se detuviera. El hombre frenó en la banquina unos metros más adelante. Ella se acercó y asomándose hacia adentro por la ventanilla, le dijo:

-        ¿Puede ayudarme? Mi auto se desbarrancó.

Elhombre miró y descubrió un cartel arrancado y la huella profunda de unas ruedas que terminaban en el vacío.

- Suba – le ofreció.

Pero ella dijo que iría a pie para mostrarle el camino.

El hombre la siguió hasta la curva. La vio parada en el borde del barranco, con el brazo extendido, inmóvil por unos segundos.

Luego la perdió en la neblina.
Bajó de la camioneta y cerró con llave. En el fondo del monte divisó un automóvilrojo atorado en la maleza. Era un atardecer nublado y el verde de las plantas resplandecía.

- Señora - llamó.

Comenzó a descender lentamente porque la barranca era casi vertical. Resbaló dos veces antes de llegar y se rompió el pantalón. Pensó en la mujer. Se preguntó cómo se las había arreglado en una pared tan escarpada.

- Señora – llamó otra vez.

Escuchó un llanto de niño que provenía desde el interior del auto. Se aproximó y através de los vidrios astillados distinguió en el asiento de atrás un bebé de meses.

Enel sitio del conductor había un cuerpo doblado sobre el volante.

El hombre tanteó las puertas pero estaban trabadas. Con cuidado, terminó de rompe rel parabrisas. Se retorció hacia adentro, llegó hasta el niño y lo sacó. Lo apoyó en el pasto, envuelto en su campera.

Luego volvió por el conductor. Era la mujer que lo había detenido en la ruta. Empujó su cuerpo suavemente hacia el respaldo. En el peso comprendió que estaba muerta. Una muerta serena, sin muecas de dolor ni de miedo. Sólo en los suaves labios morados se alargaba un suspiro de cansancio, porque su instinto de hembra la había forzado a trabajar más allá de las jornadas humanas.

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. El cuento de este día primero de noviembre del 2013.

Día que vienen a nuestras casas nuestras difuntitas y difuntitos niñas y niños.
 Amigas y amigos.
 Les envío este cuento de nuestro Juan de la Cabada. Es muy conmovedor para este día. Espero que les guste. Un abrazo.




LLOVIZNA



                                                                                                   JUAN DE LA CABADA 


Desde hace algún tiempo, desde que me enriquecí con la dichosa guerra mundial y me casé y vinieron los hijos, no puedo ya contar un cuento. Antes solía contarlos bien. ¡ Ay, entonces era libre!. Ahora, en cambio: ¡los hijos ! ¡ Miedo me da que cunda el mal ejemplo ! ¿Porqué no acierto a decidirme? Quizá porque los negocios me acostumbraron a los testimonios del señor cura, del notario, de un juez o de cualquier otra persona. "Ahí está don fulano que lo diga ".

Empero, solo, sin testigos, venía yo una de estas noches de niebla y menuda llovizna, corriendo sobre la oscura carretera.

Sí: al timón de mi automóvil, fijos los ojos en los haces de luz que derramaban los fanales del vehículo, traía yo prisa y una rabia contenida, cierto temor inexplicable y muy malos pensamientos, al ver que las luces opacas de unas linternas, como de gentes que con sus manos las moviesen a todo lo ancho del camino, me obstruían el paso.

Ni pitos ni sirenas, ni voces que detonaran el hecho de que acabase de ocurrir un accidente desgraciado. " No será que tratan de asaltarme? ¿Y quién dice que sean solamente ésos? Habrán detener cómplices, ocultos a lado y lado. Entonces, entonces....si no paro y los atropello, me disparan los otros por la espalda. Pero, ¡qué demontre!, si aquí traigo cargado mi revolver. ¿A qué pues, miedo y tales aflicciones ? Alguna vez tengo que usarlo "-- pensé; apronté el arma, y paré el auto.

-¡ Qué hay!-dije brusco y en voz alta.

Los de las linternas se acercaron.

Me parecieron cuatro infelices indios, de esos que uno enseguida reconoce como el prototipo de nuestros albañiles, mitad obreros industriales y mitad hombres de campo. A la luz de mis reflectores vi los ocho guaraches de sus pies, mientras se aproximaban. El resto de sus indumentarias eran overoles azules, sombreros de petate y un paliacate colorado al cuello.

--¿Qué hubo?- volví a gritarles.

Entretanto llegaban, con sus linternas en alto, me aguardé la pistola debajo de pretina del pantalón, y para ganar facilidad de movimiento a la hora aviada, desabroché los tres botones inferiores de mi chaleco, prevenido, por si acaso.

--¿ Qué hubo ?- volví  agritarles cuando los tuve cerca y pude verles las caras. 

Uno de ellos, el de mayor edad, y avejancón, usaba grandes bigotes caídos; dos aparentaban unos treinta años, y el último, el más joven, menos de veinte.

-Patrón--dijo el viejo, tenemos deprecisión que dir a México, porque debemos dentrar tempranito, mañana lunes, al trabajo.

¿Acaso me olvidé?. ¿No dije alcomienzo que aquella noche de marzo, cuando regresaba de reponer las fuerzas con mi paseo de fin de semana, era la de un domingo? Creo que sí, ¿o no?
A las palabras del viejo, ardido yo por el miedo que me habían hecho pasar y animado de un puntilloso, muy lógico,deseo de venganza, modulé ciertos ruiditos de chistante desdén al par que meneaba en igual manera de significación negativa la cabeza.

 --Se nos hizo tarde,jefe--agregó uno de los indios. Era bueno tomarse tiempo de pensar, a la vez que atormentarlos un poco, y así, yo ni aceptaba ni decidía negarme de palabra.

--Por favor, patrón, como ya no pasan camiones...y como usted lleva nuestro mismo rumbo.

Intervino el más joven:
--Solo semos albañiles...-y sonrió,inocente, o malicioso en alusión velada.
Observé su vista socarrona en surostro demasiado perspicaz, y tan claro fue para mí lo que insinuaba, que negarme sería como demostrar señales de aquel miedo y rebajarme. ¡Y esto no !

--¡Acomódense ustedes tres en el asiento de atrás !-dispuse-. 
Tú, viejo, ven adelante conmigo.

Al punto apagaron las linternas, y a la carrera cumplieron mis órdenes.
No cesaba la llovizna.

Libré del freno mi automóvil,aceleré y seguí la marcha. Los de atrás, sólo dijeron unas cuatro frases que recuerdo bien:
--¿ Cómo estará Usebita?
--Pos ya ves.
--Tan bonita.
--Tan luciditos sus siete años.

Y en adelante se pertrecharon en un mutismo empecinado. Nada de una risa, ni la menor muestra de expansión, de franqueza propia de habitantes de otras tierras, sino el mutismo ese que impone zozobras, desconfianzas, sospechas o doblega, deprime, aplasta el ánimo. Ademásla oscuridad al filo de continuos precipicios...las circunstancias...esa tenaz llovizna fúnebre y hasta las linternas, cuya visión, con sus opacas luces agitándose en la bruma, estaba todavía en mi retina...

De lejos, ya el aliento del viejo despedía tufos de un alcohol tan malo que sentí, ahora de cerca, al volver la cara y hablarme, un asco insoportable. "Indio borracho".

--Esta agüita no entrará ni siquiera cuatro dedos dentro de la tierra, ¿verdad, patrón?
-¡Ujú!.-respondí, conteniendo el resuello.
 Tras breve silencio, insistió:
-- Ni dos dedos, ni dos dedos, ¿no cree, patrón?
"Indio borracho "- pensé de nuevo y no le contesté.


¿No cree,patrón?
-Sí, claro--dije. Había que armarse de paciencia.
Otro intervalo, y lo mismo:
-Ni tantito así, ¿eh patroncito?
Y luego, a cada rato:
-Pos ni tantito, ni tantito puede ser...¿verdad, siñor?


Corría el cochea toda su marcha y volví a sentir miedo. ¡Esas cosas del instinto! Ya se sabe lo que son los indios con su lenguaje de retruécanos , y con la misma cantaleta ¿qué querría decir éste, o dar a entender a los otros, que continuaban clavados, fijos en su mutismo empecinado?.

¡ Si fuesen, deveras, inofensivas piedras...pero son seres humanos !

Por cierto que aún lloviznaba y la carretera estaba desierta, dentro de un negror frío de neblina espesa.
Mis temores venían a ráfagas; mas lograba disiparlos el pensamiento en la seguridad de mi revólver.


-Ni dos dedos,¿eh jefe?
-¡Ajá!
-Ni uno...
-¡Ujú!
Y persistía:
-Ni siquiera uno. Ni siquiera un dedo, ni tanto así....
-Claro.
-Porque esta agüita sólo la manda Dios para refrescar las siembritas...
-Naturalmente.
-Para refrescar las siembritas y no para

que entre mucho en la tierra...¿verdad?
-Verdad.
¿Verdad? ¿Verdad que sí, patrón?.


De pronto el motor del automóvil empezó a mostrar síntomas de haberse calentado con exceso.
En cuanto llegamos al primer pueblo, paré y dije a los hombres lo que pasaba.
El viejo se ofreció a ir a una tienda próxima para traer una cubeta deagua.


Y entonces,mientras una luz fuerte destacaba su lejana figura frente al marco de latienda, el más joven de los tres que se quedaron, acercó su rostro a misespaldas y dijo desde atrás:
-¡Patrón!
Volví la cabeza.
-Es mi padre, patrón.
Se detuvo como hace todo indio para tomar resuello, y otro dijo:
-El padre está bebido.
El más joven continuó:
-Perdone, pos dice todo porque venimos de nuestro pueblo a donde juimos a enterrar a mi hermanita...La mera verdá, patrón, que semos albañiles.


Yo no pedía ninguna explicación; pero el tercero añadió aún:
-No quiere que l´almita se moje allí abajo, dentro, el cuerpecito.


Continuaron la oscuridad, el misterio y la llovizna, la llovizna, el misterio y la oscuridaden el camino...

¿Dije que teníayo dos hijos: una niña y un niño? Pues la niña enfermó.
Y ahora, duro como soy de corazón, así que ha muerto ella, me pongo blando a veces en el auto. Llueve y recuerdo tal soplo:
--¿Cómo estará Usebita?

--Pos ya ves.
--Tan bonita.
--Tan luciditos sus siete años.


CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. El cuento de este día martes 29 de octubre del 2013.

 A cuatro días de la llegada de nuestros fieles difuntos.
Amigas y amigos
Este día les envío el cuento de Francisca y la Muerte, que algunas fuentes afirman que es de origen popular con una adaptación del cubano Onelio Jorge Cardoso, y otras afirman que  este es el autor. En fin, lo real es que el cuento es una maravilla. Ante tanto terror en nuestro México, esta historia es muy importante de leerla. Un abrazo.





FRANCISCAY LA MUERTE


                                                                       ONELIO JORGE CARDOSO

                                                                               Al poeta, compañero y amigo moldavo,
                                                                                          Petru Zadniprn,quien me contó
                                                                                               esta respuesta de su mamá.



- Santos y buenos días- dijo la muerte, y ninguno de los presentes la pudo reconocer. ¡Claro!, Venía la parca con su trenza retorcida bajo el sombrero y su mano amarilla en el bolsillo.

- Si no molesto -dijo-, quisiera saber dónde vive la señora Francisca.

- Pues mire- le respondieron, y asomándose a la puerta, un hombre señaló con su dedo rudo de labrador:

- Allá por los matorrales que bate el viento ¿ve? Hay un camino que sube la colina. Arriba hallará la casa.

-"Cumplida está", pensó la muerte, y dando las gracias echó a andar por el camino aquella mañana que, precisamente, había pocas nubes en el cielo y todo el azul resplandecía de luz.

Andando pues, miró la muerte la hora y vio que eran las siete de la mañana. Para la una y cuarto, pasado el meridiano, estaba en su lista cumplida ya la señora Francisca.

-"Menos mal, poco trabajo; un solo caso", se dijo satisfecha de no fatigarse la muerte y siguió su paso, metiéndose ahora por el camino apretadode romerillo y rocío.
Efectivamente,era el mes de mayo y con los aguaceros caídos no hubo semilla silvestre nibrote que se quedara bajo tierra sin salir al sol. Los retoños de las ceibas eran pura caoba transparente. El tronco del guayabo soltaba, a espacios, la corteza, dejando ver la carne limpia de la madera. Los cañaverales no tenían una sola hoja amarilla. Verde era todo, desde el suelo al aire y un olor a vida subiendo de las flores.
Naturalque la muerte se tapara la nariz. Lógico también que ni siquiera mirara tanta rama llena de nidos, ni tanta abeja con su flor. Pero, ¿qué hacerse? ; estaba la muerte de paso por aquí, sin ser su reino.
Así pues echó y echó a andar la muerte por los caminos hasta llegar a casa de Francisca.

- Por favor, con Panchita -dijo adulona la muerte.

- Abuela salió temprano -contestó una nieta de oro, un poco temerosa aunque la parca seguía con su trenza bajo el sombrero y la mano en el bolsillo.

- ¿Y aqué hora regresa? -preguntó.

- ¡Quiénlo sabe! -dijo la madre de la niña-. Depende de los quehaceres por el campo,anda trabajando.
Y la muerte se mordió el labio. No era para menos seguir dando rueda, por tanto mundo bonito y ajeno.

- Hace mucho sol. ¿Puedo esperarla aquí?

- Aqu quien viene tiene su casa. Pero puede que ella no regrese hasta el anochecer.

"¡Chin!", Pensó la muerte, "se me irá el tren de las cinco. NO; mejor voy abuscarla". Y levantando su voz, dijo la muerte:

- ¿Dónde,me dijo, pudiera encontrarla ahora?

- De madrugada salió a ordeñar. Seguramente estará en el maíz sembrando.

-¿Y dónde está el maizal? –preguntó la muerte.

- Siga la cerca y luego verá el campo arado detrás.

-Gracias- dijo secamente la muerte y echó a andar de nuevo.
Pero mirótodo el extenso campo arado y no había un alma en él. Soltóse la trenza lamuerte y rabió:

-"¡Vieja andariega, dónde te habrás metido!" Escupió y continuó susendero sin tino. Una hora después de tener la trenza ardida bajo el sombrero yla nariz repugnada de tanto olor a hierba nueva, la muerte se topó con uncaminante:

-Señor,¿Pudiera usted decirme dónde está Francisca por estos caminos?

- Tiene suerte -dijo el caminante-, media hora lleva en casa de los Noriega. Está el niño enfermo y ella fue a sobarle el vientre.

-Gracias- dijo la muerte como un disparo, y apretó el paso.
Duro y fatigoso era el camino. Además, ahora tenía que hacerlo sobre un nuevo terreno arado, sin trillo, y ya se sabe cómo es de incómodo sentar el pie sobre elsuelo irregular y tan esponjoso de frescura, que se pierde la mitad delesfuerzo. Así, por tanto, llegó la muerte hecha una lástima a casa de losNoriega.

- Con Francisca, a ver si me hace el favor.

- Ya semarchó.

- ¡Pero,cómo! ¿Así, tan de pronto?

-¿Por quétan de pronto? -le respondieron-. Sólo vino a ayudarnos con el niño y ya lohizo. ¿De qué extrañarse?

-Bueno...verá -dijo la muerte turbada-, es que siempre una hace la sobremesa en todo,digo yo.

-Entonces usted no conoce a Francisca.

- Tengo sus señas -dijo burocrática la impía.

- A ver;dígalas -esperó la madre. y la muerte dijo:

- Pues...con arrugas; desde luego ya son sesenta años.

- ¿Y quémás?

- Verá...el pelo blanco... casi ningún diente propio... la nariz, digamos...

-¿Digamos qué?

- Filosa.

- ¿Eso estodo?

-Bueno... además de nombre y dos apellidos.

- Perousted no ha hablado de sus ojos.

- Bien;nublados... sí, nublados han de ser... ahumados por los años.

- No, nola conoce -dijo la mujer-. Todo lo dicho está bien, pero no los ojos. Tienemenos tiempo en la mirada. Esa, a quien usted busca, no es Francisca.
Y salióla muerte otra vez al camino. Iba ahora indignada sin preocuparse mucho por lamano y la trenza, que medio se le asomaba bajo el ala del sombrero.

- Anduvoy anduvo. En casa de los González le dijeron que Francisca estaba a un tiro deojo de allí, cortando pastura para la vaca de los nietos. Mas sólo vio lamuerte la pastura recién cortada y nada de Francisca, ni siquiera la huellamenuda de su paso.
Entoncesla muerte, quien ya tenía los pies hinchados dentro de los botines enlodados, yla camisa negra, más que sudada, sacó su reloj y consultó la hora:

-"¡Dios! ¡Las cuatro y media! ¡Imposible! ¡Se me va el tren!" Y echóla muerte de regreso, maldiciendo.
Mientras,a dos kilómetros de allí, Francisca escardaba de malas hierbas el jardincito dela escuela. Un viejo conocido pasó a caballo y, sonriéndole, le echó a sumanera el saludo cariñoso:

-Francisca, ¿cuándo te vas a morir? -
Ella seincorporó asomando medio cuerpo sobre las rosas y le devolvió el saludo alegre:

- Nunca-dijo-, siempre hay algo que hacer.