domingo, 24 de abril de 2016

LA MÚSICA DEL CORAZÓN La tarde del domingo 24 de abril del 2016

Nos conocimos en febrero de 1972. Todos estudiábamos en la Preparatoria 9 de la UNAM. Fue en el movimiento en contra de los porros y  luego cuando se formó el Consejo de Representantes estábamos ahí presentes. Luego formamos el Cine Club Charles Chaplin y el Ateneo Político Cultural Pablo Neruda.

Francisco era un gran jugador de ajedrez y dice él que yo le puse por apodo Boris Spassky, y así lo conocían en la Prepa, como Spassky o también El Ruso. 

José Luis inclusive llegó a ir a los entrenamientos del equipo de fut bol americano de los Vietnamitas de la Prepa 9 a invitación mía, pero no le gustó, lo suyo era la natación y el judo. Su azaña diaria era estar todos los días a las 6 de la mañana en la Unidad Morelos del IMSS para entrenar. Era un chavo fuerte, de pelo negro, largo, bigote y siempre super tranquilo.

Aracely se juntaba con un grupo de chavitas re fresas pero muy guapas en el llamado ¨Club del besito" porque siempre se saludaban muy nice.

En los tres años de la Prepa participamos en asambleas, mítines, marchas, fiestas, bodas, y miles de cosas más. Allá por el año de 19753 las huestes fascistas del MURO se envalentonaron con el golpe de Estado en Chile asestado por el asesino de Pinochet y empezaron a acosar, intimidar, golpear y maltratar a todo aquel que para ellos era comunista.

A esos fascistas también nos enfrentamos sin miedo y sin preocupación. Fueron madrizas fuertes para uno y otro lado.

Junto a otros compañeros también vivimos la llamada Guerra Sucia. Allá quedaron los nombres de Leonardo y Araceli, los nombres, recuerdos, sonrisas, abrazos. Como dice Blades, todos veníamos de distinta madre pero todos éramos hermanos.

Después cada quien agarró su profesión. Luis a Medicina, Spassky Psicología, Araceli a la Fac de Ciencia y yo a Políticas.

En noviembre del 2015 nos volvimos a encontrar. Después de 4 décadas nos volvimos a abrazar, a sonreír, a comentar. Seguíamos siendo hermanos.

Hoy domingo 24 de abril del 2016 tuvimos la cita mensual para comer, Spassky no llegó, pero Araceli, José Luis y yo compartimos la comida en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Hablamos de esta dura batalla por mi salud y la sensación que me llegó inmediatamente es que ellos siguen ahí, junto a mi, siendo mis hermanos.

José Luis me habló de la quimioterapia, de sus efectos, de la importancia de que yo viva mi duelo y cuanto antes me ponga en acción para recuperar la fuerza de espíritu para vencer al cáncer. Como siempre, con su tranquilidad,que ahora me da seguridad, confianza, ternura.

Araceli con su ternura, preguntando, alentando, sonriendo.

Al despedirnos al filo de la cinco de la tarde, un abrazo ella y él me dieron, algo profundo, tierno, amoroso.

Y ya caminando por las calles del Centro Histórico recordé que aquel día que ingresé al Instituto de Nutrición, esperando ser internado, escribí unas líneas para José Luis, a quien le debo mucho en esta historia. Esa tarde del sábado 9 de abril escribí: "José Luis Estrada es médico estudiamos juntos en la Preparatoria 9 de la UNAM. Hoy por la mañana me llamó por teléfono para informarme que ya había hablado con el director del Instituto de Nutrición y que seguramente hoy me internarían en el hospital.

Juntos enfrentamos muchos problemas. El porrismo en la Prepa, la guerra sucia contra los estudiantes y a los fascistas del MURO.

44 años después sigue junto a mi, yo junto a él, los dos juntos. Gracias amigo, hermano, compañero.¨

Araceli, José Luis y Spassky son para mi esos hermanos que la vida me entregó para siempre. Gracias por estar conmigo.











LA MÚSICA DEL CORAZÓN. Domingo 24 abril 2016.


Cuando éramos niños nos gustaba jugar todo el día. Juntos asistimos a la escuela primaria Vasco de Quiroga, allá en el barrio de Tepito. A menudo comíamos juntos en mi casa o en la suya. Años de niñez que entrelazan las almas, las amistades, el amor familiar.

Hoy Miguel Ayón amanece a mi lado, recostado en mi cama, Después de platicar horas y horas de recuerdos y actualidades, durmió ahí, cuidando mis sueños y mis dolores. Atento a mis necesidades, hablando palabras de ternura y guardando silencios de solidaridad.

Así es mi primo, un verdadero hombre solidario, amoroso, tierno. 

Gracias Miguel, por estar conmigo, hoy, en esta lucha por la vida, gracias por recordarme tantas aventuras de la escuela primaria, de nuestras vidas jugando fut bol americano en el equipo de los Vietnamitas de la Preparatoria 9, y muchos episodios de nuestras vidas paralelas.

Te quiero mucho. Un abrazo.




CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. La historia de este día. La palabra rendirse no existe en lengua verdadera. SCI Marcos.



Amigas y amigos, hace 25 días que no publico EL CUENTO DEL DÍA en esta serie de CUENTOS PARA LA TERNURA.
Recuerdo que el 30 de  marzo comenzaron mis malestares que hoy me tienen en una fuerte lucha por la vida.
Reinicio estos envíos como una terapia de ternura, de amor para redimensionar  mis emociones. Espero que estos cuentos e historias que enviaré a diario, me ayuden tanto como las palabras y sonrisas, letras y abrazos, mimos y visitas de muchos de ustedes para mi.
Hoy en día, debo de recordar, y les invito a cada una y cada uno de ustedes a hacerlo, que NO EXISTE LA PALABRA RENDIRSE. Vamos pues a levantarnos y a caminar. Un abrazo.



La palabra rendirse no existe en lengua verdadera
En el Comité estuvimos discutiendo toda la tarde. Buscamos la palabra en lengua para decir rendir y no la encontramos. No tiene traducción en tzotzil ni en tzeltal, nadie recuerda que esa palabra exista en tojolabal o en chol.

Llevan horas buscando equivalentes. Afuera llueve y una nube compañera viene a recostarse con nosotros. El Viejo Antonio espera a que todos se vayan quedando callados y sólo quede el múltiple tambor de la lluvia sobre el techo de lámina.

En silencio se me acerca el Viejo Antonio, tosiendo la tuberculosis, y me dice al oído:

-Esa palabra no existe en lengua verdadera, por eso los nuestros nunca se rinden y mejor se mueren, porque nuestros muertos mandan que las palabras que no andan no se vivan.
Después se va hacia el fogón para espantar el miedo y el frío. Se lo cuento a Ana María, ella me mira con ternura y me recuerda que el Viejo Antonio ya está muerto…

La incertidumbre de las últimas horas de diciembre pasado se repite. Hace frío, las guardias se relevan con una contraseña que es un murmullo. Lluvia y lodo apagan todo, los humanos murmuran y el agua grita. Alguien pide un cigarrillo y el fósforo encendido ilumina la cara de la combatiente que está en la posta… un instante solamente… pero se alcanza a ver que sonríe…

Llega alguien, con la gorra y el fusil chorreando agua. “Hay café”, informa. El Comité, como es costumbre en estas tierras, hace una votación para ver si toman café o siguen buscando el equivalente de rendirse en lengua verdadera.

Por unanimidad gana el café. Nadie se rinde…

¿Nos quedaremos solos?