martes, 23 de septiembre de 2014

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. La historia de este día miércoles 24 de septiembre del 2014. Neruda en Colombia. James Petras.


Amigas y amigos.

El 23 de septiembre trae muchas historias, como todo el calendario. Ayer  enviamos La Batalla del Casco de Santo Tomás, y nos quedan por juntar la Toma del Internado del IPN en 1956 por el Ejército Mexicano, el asalto al Cuartel madera allà en Chihuahua y vayan ustedes a saber cuantas más. Hoy queremos recordar a Pablo Neruda que dicen que se fue, pero otros dicen que se quedó, y como dice el Viejo Antonio  “Aunque acá nuestros muertos viven.  Viven, sí, pero no porque lo deseemos, que de por sí… no porque  guardemos su memoria, que de por sí. Viven porque nos han dejado  un debe, un pendiente, un algo que debemos hacer.”

Entonces, recordando al poeta, al comunista, al revolucionario, al latinoamericano, les envío esta historia que James Petras  presenta en su libro Escribiendo Historias. Como siempre, espero que les conmueva, y que Neruda nos siga viendo pa lo que debemos hacer. Un abrazo.

                               


                            
                               Neruda en Colombia


Nos detuvimos un rato en la Peña de los Parra, un agradable bar que regenteaba Violeta Parra y su familia en la calle del Carmen. Años después, periodistas y sociólogos lo transformarían en «un legendario lugar de encuentro de escritores y artistas» de un Santiago más bien serio.

Durante los años sesenta, salvo los fines de semana en que solía estar atestado, era un lugar tranquilo y barato para hablar con los amigos al calor de un canelazo y un plato de empanadas.

Una noche, nos citamos con el escritor y anarquista chileno Manuel Rojas. Mientras charlábamos, Violeta tocó la guitarra y cantó con una voz áspera y quejumbrosa:

«Sólo el amor, con su ciencia, nos hace tan inocentes...».

Mientras bebíamos, le pregunté a Manuel lo que pensaba de Pablo Neruda. Se rió:

–Es un poeta de los grandes, pero políticamente hablamos en idiomas distintos. Hay que reconocer que es muy influyente entre los intelectuales y que tiene muy buena llegada entre la gente de base, y no de Chile nomás, sino de toda América Latina.
–Eso es algo insólito.
–Pero es cierto. Déjeme contarle una historia, James, puede que no sea de verdad... pero de todas maneras podría haber pasado. Así como me la contaron,

Pablo estaba en Colombia, donde lo tenían invitado a dar una serie de conferencias. Iba en un bus. Una tarde, pasaban por un camino rural en una parte muy tupida de la selva cuando un grupo de campesinos paró la máquina. Estaban armados con machetes y unos cuantos rifles.Hicieron bajarse a todos los pasajeros. Uno de los asaltantes se fijó en la corpulencia de Neruda y se le acercó.

–Usted, ¿cómo se llama usted?

–Neruda, Pablo Neruda... –respondió con nerviosismo.

Los ojos del campesino mostraron sorpresa.

–¿Tiene algo que ver con el poeta chileno?

Pablo se tranquilizó. Por un momento, miró los machetes, que brillaban bajo el sol poniente.

–Bueno, yo soy chileno y escribo poesía.

El rostro del campesino se iluminó con una sonrisa.

–Qué oportunidad. Me encantaría que fuera usted nuestro invitado esta noche. Y, si es posible, nos gustaría escuchar algunos de sus poemas.

Pablo esbozó una leve sonrisa.

–Cómo no, si ustedes quieren..., pero ¿cómo voy a llegar a Bogotá?
–Le encontraremos otro bus, no se preocupe... y, si hace falta, lo expropiaremos.

Pablo siguió a los campesinos al interior de la selva, mientras el guerrillero hablaba brevemente con el chófer.

–Esperarán.

Aquella noche comieron pollo asado y aguardiente y Pablo fue el huésped de honor, en el centro de una larga mesa.

Hacía calor y estaba sudando. Miró la plaza improvisada.Estaba llena a rebosar. Familias enteras, madres que amamantaban a sus bebés,abuelas con caras cansadas, adolescentes y, desde luego, campesinos y campesinas llegados con su ropa de trabajo. Sólo unos cuantos habían tenido tiempo para ponerse camisas blancas y blusas.

Allí, bajo una ampolleta desnuda que colgaba sobre una plataforma improvisada, Pablo fue presentado como "el famoso poeta chileno que ha venido a Colombia a recitar sus poesías y ha tenido a bien estar con nosotros esta noche".

Pablo alzó ligeramente las cejas. Luego, observó el mar de rostros. La plaza del pueblo estaba a reventar... las caras se confundían con la penumbra... eran los indios explotados sobre los que él había escrito.

Empezó a recitar de memoria. Su voz resonaba en la oscuridadcon una cadencia armoniosa. La masa de gente escuchaba con atención, caras quemadas, frentes que brillaban en la noche. Pablo recitó Alturas de Machu Pichu:

Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:...


Entonces, dudó; su memoria le falló en el silencio de aquel pueblo abandonado en medio de la selva. Su anfitrión, el campesino que había agitado el machete y que detuvo el bus, se levantó y, con voz clara, continuó:

...alfarero en tu greda derramado:
traed la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y
vuestro surco,
decidme: aquí fuicastigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo
la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron...


Pablo rió satisfecho, aliviado. Se abrazaron.

A la mañana siguiente, subió al bus y miró por la ventanilla. Sonreían, diciéndole adiós.

–Adiós, compañeros –murmuró.

El motor arrancó.

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. La historia de este día martes 23 de septiembre del 2014. LA BATALLA DEL CASCO DE SANTO TOMÁS, 23 DE SEPTIEMBRE DE 1968.




Amigas y amigos, les envío la tercera historia de la resistencia politécnica a los grupos policíacos, paramilitares y militares en 1968. Espero que les conmuevan. Son tres testimonios de estudiantes politécnicos que participaron activamente en ese movimiento estudiantil. Un abrazo


LA BATALLA DEL CASCO DE SANTO TOMÁS, 
23 DE SEPTIEMBRE DE 1968.




Para el 23 de septiembre, las escuelas se habían transformado para muchos de nosotros en nuestras casas, sobre todo los que veníamos de provincia. Comíamos, dormíamos. Todo giraba en torno a las escuelas. Llegaban estudiantes a las cafeterías, convertidas en comedores; no sólo los de guardia, todos, y el lumpen y gente que llegaba. Además, nos llegaban provisiones de todos lados. Siempre teníamos comida abundante.
Días antes ya nos tenían muy hostigados. Desde fines de agosto. Un día llegaron esos paramilitares y un compañero, el Chivo Arrod, se les enfrentó, y un paramilitar le sacó la pistola y estaba a punto de dispararle cuando una señora, de unos sesenta años o más y toda tembeleque, que tenía una lonchería, sacó un cuchillo, se lo puso en la frente al tipo: “Usted que lo mata y yo que lo atravieso”.
La situación de violencia era generalizada y no éramos nosotros quienes la habíamos desatado.
La batalla del 23 de septiembre se inició prácticamente entre las seis y las siete de la tarde. Una cantidad considerable de compañeros salieron asustados de lo que estaba sucediendo; la policía ya no estaba jugando sino venía armada y los enfrentamientos eran bastante serios, particularmente en la Escuela de Economía. Yo no lo vi, pero hubo compañeros que dijeron que ahí había algún rifle 22, aparte de las bazucas esas y piedras.
Recuerdo el espectáculo tan impresionante que había en la Escuela de Medicina, donde había compañeros heridos en la plancha de operaciones y disección, y ahí se quedaban. Llegaban compañeros heridos, muy graves, porque la herida que ocasiona un rifle Máuser es verdaderamente espectacular. Uno de los lugares que tomaron primero fue precisamente Medicina. Lo tomó la policía montada. El Casco finalmente lo tomó el ejército.
Cuando la resistencia del Casco de Santo Tomás, con los antecedentes de Zacatenco y Tlatelolco, nuestra actitud frente a los granaderos había cambiado mucho En vez de sentirnos siempre reprimidos, avanzábamos, los enfrentábamos cada vez más. Si en Tlatelolco nos habíamos preparado para enfrentarlos, los habíamos provocado, cuando se da la defensa del Casco de Santo Tomás ya los estábamos esperando. Para entonces ya habíamos recibido muchas experiencias de resistencia de los compañeros ferrocarrileros, la gente de Tepito y Peralvillo.

En el Casco luchamos primero contra los granaderos, y luego con la policía montada. Mientras que los granaderos generalmente utilizaban gases lacrimógenos y pistolas 38 cuando mucho, la policía montada usaba mosquetones y Máuser, con características muy similares a las del ejército.
Participaron prácticamente todas las escuelas, incluyendo la ESCA, la Escuela Superior de Economía, Ciencias Biológicas, Medicina, Enfermería, que ya se había integrado totalmente al movimiento, Voca Tres, Voca Seis “Wilfrido Massieu”; ya para entonces habíamos tomado la FNET y por lo tanto el Casco lo teníamos todo.

Habíamos perfeccionado nuestro arsenal. Hicimos unas bazucas con cohetones (cohetes de arranque), que se prenden y salen conducidos con un tubo de agua de tres cuartos; esos nos daban posibilidad de apuntar.

Es necesario destacar lo patético que es ese proceso, no se cómo describirlo. Había compañeros que se enfrentaban, pero otros salían despavoridos. Empiezan a cundir la desesperación, el pánico, la impotencia. Y luego empiezan a llegar noticias de compañeros que han muerto, de tal forma que se genera una situación verdaderamente dramática.

Esa fue la experiencia más dramática de mi vida. Fue la primera vez que sentí miedo a la muerte. Ahí eran nuestras casas. No había a dónde ir.

Para el 2 de Octubre yo ya experimentaba una verdadera sicosis. Palabra que en el Casco de Santo Tomás yo sí vi la muerte. Me entró pánico. Caminaba por muchos lados y sentía que la muerte estaba muy cerquita, que muchos compañeros habían tronado ahí, o por lo menos esa idea tenía yo. Posteriormente nos fuimos rencontrando muchos pero la imagen que nos deja el Casco de Santo Tomás es de que debieron haber muerto muchas gentes. No fue así. Sí hubo muertos, pero pocos en relación a la violencia.


                                                    Jaime García Reyes



En esas épocas hasta engordábamos. Llegábamos en brigada a un mercado a botear, nos daban canastas de víveres. Pero, no podemos decir que nos enfrentábamos porque sí. Nos asediaban. Por las noches era común que paramilitares o policías entraran a las escuelas para asaltar con medias en la cara, fundamentalmente las escuelas prevocacionales.

De pronto hay cortos circuitos y se va la luz en esa zona. La policía hizo chocar los cables de alta tensión y se rompieron los alimentadores. Las escuelas se inundaron porque la balacera tronó los tinacos y había muchísima agua. 

Entonces, los muchachos hicieron una defensa en condiciones muy difíciles. Pero cuando entra el ejército, hasta los heridos habían sido sacados por las partes traseras. O sea, no hacen muchos prisioneros.

En la toma de cualquier plaza, alguien con un altavoz dice: “ríndanse” o cualquier cosa. Pero en Santo Tomás no hay intento de negociación; el ejército, las fuerzas paramilitares y la policía actúan para el desalojo. No permitieron una rendición. Se trataba de matar, destruir. La resistencia era de vida o muerte. ¿Cómo decir “bueno, ahí muere señores. Nos rendimos. Tomen la plaza”.
                                     
                                               Fernando Hernández Zárate



La secuencia es: Primero, granaderos; intentan acercarse y son rechazados completamente, una de las cosas que causa mucho impacto en ellos son las bazucas. Posteriormente llega la policía montada y por último el ejército. Los que estábamos en Zacatenco, al tener conocimiento de este enfrentamiento, vamos al Casco y lo encontramos rodeado por el ejército. A eso de las diez u once de la noche es un zangaloteo de balazos y estallidos.

Cuando por fin entran el ejército y la montada, no agarran a nadie; encuentran compañeros muertos en la Escuela de Medicina pero nada más.

Es el punto que me parece más significativo, la defensa de nuestra institución, nuestra casa, el lugar donde vamos a realizar la posibilidad de nuestra superación. Es todo. Es muy diferente a la actitud del universitario, no por menospreciar. Se ve en la Voca Cinco, la Voca Siete, Zacatenco. Cuando sale el ejército nos volvemos a posesionar de los planteles para cuidar nuestras bancas, los laboratorios, la maquinaria, la biblioteca. En nuestra escuela no se perdió un solo libro, no se destruyó absolutamente ningún equipo de laboratorio ni de maquinaria; teníamos máquinas costosas.

Esta resistencia también se dio en las Prepas Uno, Dos, Tres, Cinco, Nueve, pero donde tuvo más significado y heroismo fue en el Politécnico. Nunca hubo la idea de rendirnos. Frente a la fuerza, nunca se nos ocurrió decir: “Vamos a rendirnos”, sino “Vamos adelante, vamos adelante”. Esto se mantuvo incluso después del 2 de Octubre.

                                                                       David Vega

Jaime García Reyes, hijo de una maestra normalista que participó en el Movimiento Revolucionario del Magisterio, militó desde muy joven con los comunistas de la Liga Espartaco, estudió en la Escuela Superior de Economía y actualmente da clases en el IPN y el CCH Sur.

Francisco Hernández Zárate nació en Orizaba, Veracruz, donde su padre, obrero de la Cervecería Moctezuma, sufrió cárcel por su actividad sindical. Egresado de la Escuela Superior de Economía, desde hace varios años trabaja como asesor de diversas organizaciones agrícolas afiliadas a la Confederación Nacional Campesina.

David Vega, hijo de un maestro normalista que participó en el movimiento henriquista, estudió en la Escuela Superior de Ingeniería Textil, trabajó muchos años en la industria textil y ahora dirige una escuela técnica en el estado de Puebla.

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA. La historia de este dìa 22 de septiembre del 2014. LA BATALLA DE ZACATENCO. 22 DE SEPTIEMBRE 1968

Amigas y amigos, en esta ocasiòn les envìo la historia de la Batalla de Zacatenco. Como podràn ver, es un trilogìa de Batallas de los estudiantes del Politecnico en contra de los granaderos, grupos paramilitares y el Ejercito Mexicano. El 21 de septiembre  la Vocacional 7, el 22 Zacatenco y el 23 el Casco de Santo Tomàs. Se ve que los chavos, chavas, porfesores y profesoras del IPN eran bravos, valientes y cabrones. Va pues esta batalla de Zacatenco en el testimonio de Fernando Hernández Zárate. La fuente es la misma de ayer, la revista Nexos, en el mismo link. Sale, un abrazo para ustedes y mis respetos y admiraciòn para aquellos que ese dìa se la rifaron y jugaron la vida e inclusive la perdieron.





22 DE SEPTIEMBRE DE 1968 
LA BATALLA DE ZACATENCO

A mí me tocó la resistencia en Zacatenco. Para nosotros era importantísimo cuidar los mimeógrafos, el papel que teníamos en las escuelas superiores y en las escuelas vocacionales. El domingo 22 de septiembre, organizamos la resistencia contra los granaderos para tener la oportunidad de sacar todo ese material. Como Zacatenco es muy grande, pedimos refuerzos del Casco de Santo Tomás. Fue entonces cuando me dieron un balazo y me hicieron pedazos todo el cuerpo,por una traición. Yo tenía un compañero que siempre andaba conmigo; incluso en mis viajes de Zacatenco a CU los hacía en el asiento trasero de su motocicleta.El desplazamiento era complicado y yo tenía la responsabilidad de mi escuela,era el Secretario General de la Sociedad de Alumnos y en ese momento del Comité de Lucha de la Escuela Superior de Economía. Cuando terminó el enfrentamiento con los granaderos en Zacatenco, mi acompañante me señaló que ya habían sacado todo y que era necesario huir.

Entonces, me dice: “Aquí vive mi tía. Súbete a la azotea y yo subo luego por ti”. Me subo y espero, me asomo por la azotea y lo veo platicando con un comandante de granaderos, luego suben como ocho ganaderos rompiendo cristales y van por mi y me agarran a patadas, me dan golpes, me lesionan de la cara, todavía tengo la cicatríz, me desvían el tabique, me lastiman la próstata, me dan un balazo en la pierna. Bajo todo golpeado, voy botando sangre por la boca y la nariz, por la pierna. La pierna no la sentía yo. Tenía una fractura en la clavícula y dolores intensísimos. Cuando bajo me cachetea un comandante de los granaderos (debe vivir) y me dice: “Comunistas hijos… Dime, grítame lo que nos decías que somos”. 

Me pega en la cara y yo siento desfallecer. Entonces, me arrastran hasta una panel y supuestamente me llevan preso; dentro de la panel iban tres señoras, jóvenes también; yo vengo sangrando por todos los golpes que me habían dado, los testículos me empezaron a crecer de una manera horrible y ya no veía más con un ojo, este otro lo tenía muy dañado, una lesión que me hicieron en la cabeza y yo sentía que me iba a desmayar. 

Empiezo a quejarme y las señoras gritan a los que iban conduciendo la panel “se está muriendo”, se paran y me trepan a una ambulancia de la Cruz Verde y de ahí me llevan al Hospital de Traumatología de La Villa. En el hospital me esposan a la cama, me ponen suero, me meten una sonda y me empiezan a revisar. Me dice un médico: “Oye muchacho, vienes muy mal pero a ver qué hacemos”. En ese momento llega el médico legista de la policía, me revisa y dice: “Me lo tengo que llevar”. El otro médico le dice: “Tan pronto como termine y le saquemos unas placas pueden hacer con él lo que quieran, pero en estos momentos está bajo mi responsabilidad”. Sentí solidaridad de parte del cuerpo médico y de las propias enfermeras que estaban ahí, muy pendientes. Me dice uno de los médicos: “¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿Le podemos avisar a tu familia?” Entonces, yo doy el teléfono de unos compañeros de la Escuela de Medicina, porque ya teníamos preparado un equipo que ha había sacado a otros compañeros de los hospitales donde caían heridos. Se formaba una brigada, se uniformaban de médicos y como eran estudiantes de medicina tenían acceso.

Fueron por mí a las nueve de la noche, cuando se hacía el cambio de guardia y estaba por irme a recoger la policía. Entonces llegan los compañeros de Medicina y me trepan a un Renol sin asiento; en ese momento también le dicen a unos ambulantes que saquen una ambulancia con la sirena abierta y llegan otros compañeros del Politécnico con piedras. Las patrullas y motocicletas persiguen a la ambulancia mientras me conducen a Tlatilco, porque nosotros habíamos logrado el apoyo de la zona de Santa Julia, Atzcapotzalco,Tlatilco, Santa María la Ribera, nuestros lugares comunes, donde vivíamos. Allíla gente nos recibía en sus casas. Después, ya puder irme a un hospital en las afueras de la ciudad.

De esas colonias salieron durante el movimiento jóvenes lumpen que también tenían mucho contra la policía y participaron en los Comités de Lucha con nosotros, trabajando, repartiendo volantes. No eran estudiantes pero se sumaban a las manifestaciones y cuando había represión ellos se fajaban con nosotros a la hora de los enfrentamientos. Entonces sucedió algo que fue publicado en los periódicos: hubo renuncias masivas de la policía preventiva y de los granaderos. Al paso de los años he podido platicar con distintas personas; algunos alumnos del Politécnico eran hijos de policías, granaderos, o agentes. Con las renuncias vino un descontrol de los cuerpos policiacos; por eso entró el ejército.

En esos días, buena parte de la ciudad estaba paralizada.Las brigadas políticas tenían una función tremenda para levantar a la población civil. Una vez nos fuimos en una brigada al Teatro Blanquita. Esto había sido como el 18 de septiembre. Dos o tres compañeros agarraron a los dos policías dela entrada y les dijeron: “No se muevan”. Entramos e hicimos un mitin con el público, mucha gente de provincia. Estaba tocando Pérez Prado. Nos quiso interrumpir el baterista y Pérez Prado hizo que se callara, nos dio chance de hablar y una vez que terminamos él mismo se tiró un rollo. Les dijo en su estilo que se trataba de una lucha de los jóvenes y nos dedicó el mambo del Politécnico.


También establecimos un contacto muy estrecho con el Movimiento Revolucionario Ferrocarrilero, y hacíamos mítines en Pantaco. Los ferrocarrileros nos dijeron un día: “Ustedes no saben luchar, muchachos. Les vamos a decir de qué manera deben hacerlo” y nos regalaron tres peroles llenos de tuercas de deshecho; nosotros, como éramos de provincia,sabíamos manejar la honda. Las tuercas nos fueron muy útiles para defender el Casco y Zacatenco.





Francisco Hernández Zárate nació enOrizaba, Veracruz, donde su padre, obrero de la Cervecería Moctezuma, sufrió cárcel por su actividad sindical. Egresado de la Escuela Superior de Economía,desde hace varios años trabaja como asesor de diversas organizaciones agrícolas afiliadas a la Confederación Nacional Campesina.

sábado, 20 de septiembre de 2014

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA.La historia de este día domingo 21 de septiembre del 2014. La batalla de la Vocacional 7.

Amigas y amigos. Hoy les envío una historia sucedida en 1968 durante el Movimiento Estudiantil de aquel año. Yo estaba re chavito pero mis hermanos estaban metidazos en ese movimiento y Jesús (él estudiaba en la Vocacional 3) estuvo en esa  Batalla. Recuerdo que mis padre y yo fuimos a buscarle a la Vocacional 7 y presenciamos muchas cosas de las que estos relatos narran, como la participación de los vecinos en la batalla de esa noche.
Recuerdo que aquella noche mi hermano llegó a casa con un golpazo muy fuerte en la rodilla derecha porque una bomba de gas lacrimógeno le pegó, y lo que más le impresionó a él, nos dijo, es que un compañero estudiante recogió la bomba con la mano y de un lance la regresó hacia los granaderos
Como a diario, la lucha de la memoria en contra del olvido, por eso hago este envío. Espero les guste. Un abrazo y que el espíritu de los jóvenes , jóvenas, niñas y niños del 68 viva siempre en nosotros.
Los relatos son de Jaime García Reyes y Francisco Hernández Zárate, y los encontrè en la revista Nexos, este es el link, les recomiendo la lectura completa.




LA BATALLA 
DE LA VOCACIONAL 7.  
21 DE SEPTIEMBRE DE 1968.

Jaime García Reyes: Cuando el bazucazo y la toma de la Prepa Uno, nosotros estábamos en la Vocacional Siete. Sabíamos que habían tomado la Vocacional Cinco y que venía un camión del ejército. Se discutió mucho si ofreceríamos resistencia al ejército, incluso nos intentamos parapetar, amarramos cadenas, pusimos mesabancos y varios compañeros estaban dispuestos a quedarse ahí agarrados de la mano para impedir que el ejército tomara la escuela. Sin embargo, al oír las noticias de lo que está sucediendo, y en el momento en el cual vimos llegar las tanquetas, decidimos correr. Salió mucha gente de Tlatelolco a gritarle al ejército; probablemente se dispararon algunas balas.

Muchos se fueron a refugiar en la Unidad Habitacional. Ahí empezó a gestarse una cierta identidad entre los estudiantes y los habitantes de Tlatelolco. En esa época yo vivía ahí, en Tlatelolco, y muchos compañeros de la Vocacional Siete se refugiaron en el departamento que tenía con mis hermanos. Sin embargo, nosotros teníamos temores y nos fuimos; pasamos toda la noche vagando por Buenavista y a la mañana nos encontramos con que ya habían sido tomadas todas las escuelas y que en la Vocacional Siete habían detenido a mi hermana Oralia. En el Poli había pocas mujeres, y su detención causó malestar. Estuvo detenida unos tres días. A una asamblea nuestra asistieron los del Comité Ejecutivo de la FNET y prometieron conseguir la libertad de Oralia. Los estudiantes se enardecieron y le hicieron una valla a Rosario Cebreros y otras gentes desde el auditorio hasta la calle, los sacaron a patadas, los escupían, los golpeaban. El primer acto violento en contra de los dirigentes de la FNET se dio ahí precisamente. De nada sirvieron sus porros y golpeadores. Se les dio una tranquiza realmente vergonzosa para cualquier gente. El retrato de Oralia salió en El Sol de México del mediodía, y posteriormente en Siempre!, en una columna de Renato Leduc quien la presenta como una niña detenida, víctima de una monstruosidad: una chiquilla que apenas debe de tener catorce años, agredida por la policía.

Se iba creando un clima de violencia muy agudo. Así, al llegar al sábado 21 de septiembre supimos que otra vez venían los granaderos. Nos preparamos desde la mañana para enfrentarlos. Considerábamos que la represión no tenía posibilidades si era a través del enfrentamiento. Ese sábado nos dedicamos a preparar un enfrentamiento con los granaderos, a provocarlos para que se acercaran. En la Vocacional Siete confeccionamos bombas Molotov y las fuimos subiendo a los techos de Tlatelolco. Un espectáculo padrísimo fue ver a los niños de Tlatelolco, con cucharas, escarbando y sacando piedras, porque Tlatelolco estaba empedrado, y subían enormes cantidades de piedras a los edificios. Quemamos trolebuses, quemamos patrullas, quemamos un jeep de Tránsito, interrumpimos el tráfico por San Juan de Letrán; eso fue durante todo el día, mientras los granaderos en ese momento estaban muy ocupados enfrentando a los estudiantes de Zacatenco. Concurrieron a Tlatelolco estudiantes de prácticamente todas las escuelas. Decíamos: “en Zacatenco nos están golpeando, vamos a provocar situaciones para que vengan por nosotros que sí estamos preparados para enfrentarlos”. Como no venían nos fuimos al paseo de la Reforma, en el cruce de Insurgentes; rompimos los semáforos para interrumpir el tráfico. Cerca de las cinco de la tarde pensábamos ya que no iban a llegar y los de otras escuelas se empezaron a retirar, pero como a las seis y media llegaron los granaderos y se inició ahí una de las batallas más terribles que hayamos tenido contra ellos, y con un saldo positivo para nosotros. Los granaderos concentraron su ataque sobre la Vocacional Siete, cuando nosotros ya habíamos salido a los alrededores o a los edificios. En la Vocacional se habían quedado aproximadamente dos personas, pero esa noche los granaderos no entraron a la Vocacional, porque nos habíamos parapetado en los edificios y cuando llegaron los atacamos por todos lados. La gente de Tlatelolco descubrió que los boilers automáticos, que en aquella época eran una novedad, permitían tener agua muy caliente. Cuando se acercaban los granaderos, les echaban baldes de agua caliente. Nosotros utilizábamos las piedras y las bombas Molotov, y mientras ellos agotaban sus gases lacrimógenos contra la Vocacional, algunos muchachos les tiraban piedras con hondas. Los granaderos contestaron también con piedras. Los teníamos acorralados.

La lucha se extendió hacia Peralvillo, la Exhipódromo y Tepito. En Exhipódromo de Peralvillo les aventaban llantas encendidas. La lucha, más o menos con ese grado de intensidad, se mantuvo de las siete a las doce de la noche. Algunos compañeros de la Vocacional, un poco más aventados, se metieron entre las ruinas de Tlatelolco, y arrojaron bombas Molotov al edificio de Relaciones Exteriores, que se empezó a incendiar. Había granaderos por ahí y agentes de tránsito que dejaron sus patrullas para apagar el fuego. Entonces nuestros compañeros les dieron la vuelta y mientras ellos apagaban les quemaron las patrullas, tres motocicletas y un jeep. Por ahí había un supermercado y no se quien lo quemó, la gente salió a apagarlo. Los granaderos se vieron imposibilitados totalmente y se suscitó un incidente grave. Un militar que andaba de civil, de apellido Urquiza, intentó llegar a su ‘casa en Tlatelolco, y vio que unos granaderos golpeaban a su madre. El tipo sacó su pistola y mató a dos granaderos.

A las doce de la noche no había un sólo detenido, los granaderos habían agotado sus provisiones de armas, habían muerto dos de ellos, y se pusieron a disparar, a mí me consta. Vi granaderos disparando con pistola. Cuando ya estaban totalmente derrotados, llegó el ejército, y nosotros, como si no hubiera pasado nada, nos bajamos a dialogar con un general que encabezaba el batallón ese.

En ese momento, la prensa niega todo lo que está sucediendo. Resalta la muerte de los granaderos en manos del militar pero minimiza la situación de Tlatelolco. Leyendo los periódicos uno piensa que nada sucedió. Ese día no tomaron la Vocacional Siete. Al día siguiente, domingo, la Vocacional está impenetrable por la cantidad de gases lacrimógenos que hay impregnados. Se hace una especie de caminito para que la gente entre a verla, como si fuera un monumento o una visita guiada. Los habitantes de Tlatelolco bajan a la iglesia, salen de misa y entran a la Vocacional, la recorren, ven la enorme cantidad de balazos por todas partes. A la entrada, les repartimos a los visitantes una gasa con vinagre para que puedan recorrer la Vocacional y nuestras finanzas crecen de una manera extraordinaria; así como van y depositan su limosna en la iglesia, aquí a la entrada ponemos un tambo grande y la gente que entra con su vinagre a recorrer la Vocacional echa dinero. Ese domingo, una enorme cantidad de gente de Tlatelolco visita y reconoce la Vocacional, sube a todos los pisos, ve los laboratorios y descubre lo que han hecho los granaderos.

Hernández Zárate: En Tlatelolco había dos escuelas pertenecientes al Poli: la Prevocacional Cuatro y la Vocacional Siete. Era notable ver a los niños y jovencitos de la Prevocacional Cuatro, de catorce o quince años, de una agresividad pasmosa.

Jaime Reyes García: Había otra secundaria enfrente, la 83, no politécnica; más adelante otra más. Todos esos chavitos de secundaria, aprovechando el sábado (en aquellas épocas iban los sábados a la escuela pero salían temprano), se integraron para pertrecharse contra los granaderos. Muchos eran habitantes de Tlatelolco. Teníamos las azoteas de los edificios llenas de chavos con piedras gordas, porque esa era la forma en que se empedraba la unidad, pura piedra gorda que era buenísima para aventar.

Jaime García Reyes, hijo de una maestra normalista que participó en el Movimiento Revolucionario del Magisterio, militó desde muy joven con los comunistas de la Liga Espartaco, estudió en la Escuela Superior de Economía y actualmente da clases en el IPN y el CCH Sur.

Francisco Hernández Zárate nació en Orizaba, Veracruz, donde su padre, obrero de la Cervecería Moctezuma, sufrió cárcel por su actividad sindical. Egresado de la Escuela Superior de Economía, desde hace varios años trabaja como asesor de diversas organizaciones agrícolas afiliadas a la Confederación Nacional Campesina.